Este pasado lunes se celebró el Día del Maestro y aunque tratar el tema de educación es algo de todos los días, resulta más que apropiado en esta semana.Escuché recientemente a una periodista decir que ahora con la aprobación del 4% es cuando los empresarios se interesan por la educación. Realmente no sé si esta profesional ha vivido en el país en los últimos veinte años, tiempo durante el cual la educación ha sido un tema repetitivo en la agenda del sector privado.
Los empresarios fuimos insistentes en demandar el 4%, aun cuando, en mi posición personal, esto debió aplicarse gradualmente para invertir los fondos sobre la base de un plan y no como resultado de cumplir bajo presión una ley establecida cuando el presupuesto era mucho menor. Además está probado que no es el monto de inversión lo que cambia la calidad de la educación, sino la forma como se invierte el dinero.
El Gobierno ha hecho una importante inversión en nuevas aulas y es tal la magnitud que en solo dos años se han construido más escuelas que en toda nuestra historia. La tanda extendida, el desayuno y el almuerzo son grandes pasos de avance, aunque ahora tenemos de frente el mayor de los retos: la calidad.
Como bien decía Elena Viyella de Paliza, en su charla ante la Asociación de Navieros: la falta de educación es un incentivo a la violencia, porque se traduce en falta de oportunidades o en bajos salarios. Es preocupante como en solo catorce años la tasa de criminalidad se ha más que duplicado.
El esfuerzo del Gobierno en cumplir con la ley sobre el 4% tiene que rendir sus frutos. No debe quedarse en aulas y desayunos y comidas que son importantes, tiene que propiciar por la cobertura.
Uno se preguntaría por qué casi la mitad de los jóvenes de secundaria no asiste a clase. Lo primero que vendría a la mente es que tienen que buscar el sustento de la familia dado su bajo nivel de ingreso. Pero otra razón que viene a nuestra mente es la baja calidad de los docentes y la falta de compromiso, lo cual es un desincentivo a la asistencia a clases.
Las continuas reuniones del sindicato y las ausencias mismas de los docentes son elementos críticos, pero advierto que no todos actúan de esa manera.
Recuerdo que cuando estudiaba en la universidad uno de nuestros profesores estaba inmerso en la política y rara vez asistía a clases, lo cual creaba un enorme desincentivo en la materia que enseñaba. Fue poco lo que aprendimos.
Preocupa el que solo el 37.6% de los profesores que se presentaron a las pruebas de selección en el Minerd fueron aceptados. Esto demuestra la baja calidad con la cual salen preparados y eso lo vemos en las graduaciones de las universidades, donde en la carrera de magisterio, a pesar de ser una de las clases graduadas de mayor cantidad de alumnos, raras veces vemos menciones de honor entre los graduados.
Esto puede cambiar cuando la profesión de maestro sea mejor valorada, los salarios estén de acuerdo a la preparación, no puede recibir el mismo sueldo el maestro que solo tiene una licenciatura que el que tiene una maestría. Los sueldos tienen que tener una relación con los años de servicios y una evaluación constante del docente que debe estar al día con los cambios constantes en las técnicas de educación y las nuevas tecnologías. Incentivar que graduados en otras carreras puedan ejercer la profesión del magisterio. Quién mejor para impartir matemáticas que un ingeniero, o un médico enseñando la asignatura de ciencias. Son cambios en la forma de pensar y de actuar que tiene que empezar en el mismo Ministerio anquilosado por años en las mismas prácticas.
Creando una descentralización necesaria que empodere al director del Distrito, al de la escuela y fundamental a los padres que deben ser los primeros en exigir educación de calidad para sus hijos.
La jornada extendida empieza a rendir frutos no sólo disminuyendo la repitencia, sino que aumente el tiempo dedicado a las actividades educativas. Recuerdo un estudio que hicimos con Gallup a principios del 2000, donde apenas las horas de enseñanza eran de 4.3 por día. Este panorama ha cambiado con la jornada extendida.
En la actualidad ocupamos uno de los últimos lugares en el índice de competitividad, sin duda un riesgo para un país que ha abierto su economía y que debe competir con naciones que hace años entendieron la importancia de invertir en educación de calidad para su población.
No es una sorpresa la posición que ocupamos en el índice de competitividad, únicamente Haití ocupa una posición peor que nosotros. Podrán imaginarse lo que significa para nuestras economías que los países que ocupan el último lugar comparten la misma isla. No solamente será fuente de pobreza, sino un cultivo para la criminalidad, narcotráfico y que mentes oscuras se aprovechen de la baja preparación de nuestras poblaciones.
El reto que nos queda por delante es invertir los recursos con sentido de calidad. No cumplir un presupuesto para justificar el uso de los mismos. Es preferible que sobre el dinero a que se invierta sin el propósito para el cual está destinado y por el que pagamos los contribuyentes.
En algún lugar leí que en los países en vías de desarrollo los pobres quieren tener un vehículo, en los países desarrollados los ricos usan el transporte público. Igual podríamos decir para la educación: en los países pobres los padres quieren que sus hijos asistan a los colegios privados, en los países ricos los envían a las escuelas estatales.
Debemos ser vigilantes de que los resultados de esta enorme inversión y del pacto recién firmado rindan los frutos que todos esperamos y que ha sido uno de los pilares del actual gobierno.