Los países llegan a sus puntos de inflexión o “Turning Points”, como algunos lo dicen en inglés, cuando sus líderes de opinión y políticos se enroscan en sí mismos y sólo pueden ver su ombligo. Grecia ha tenido esa desgracia, el populismo de Tsipras y su banda Syriza ha llevado a los griegos a pensar que el mundo no existe, sólo ellos. Y así van, en caída libre. El ser griego clásico no tiene nada que ver con lo que hoy vemos allí. Los militares hasta hace poco, y los populistas de ahora tomaron el espíritu de la Grecia clásica y, como los carteros malos, cada uno de ellos los llevó a un destino diferente y calamitoso; el maximalismo del todo o nada, que está condenado a perder siempre.
Uno se espera que Grecia, como patrón de nuestra cultura occidental y como parte de la Unión Europea, no fuese parecida a nuestros países del tercer mundo; pero allí salvo las autopistas Atenas-Corinto-Trípoli y Atenas-Salónica, las demás carreteras son peligrosas y muchos tramos todavía no tienen doble carril, ya que se conduce a gran velocidad y haciendo uso del arcén como segundo carril. Los taxis resultan económicos, pero en ocasiones sólo aceptan al pasajero si les conviene la dirección a la que se dirigen o al recorrido que ellos tienen planeado. La costumbre de introducir varios pasajeros al mismo tiempo va desapareciendo, pero todavía muchos funcionan como “conchos”. El panorama actual europeo no deja claro qué es en realidad malo para la Unión Europea y bueno para Grecia, o viceversa. A los Estados Unidos no le vendría bien, tampoco, una salida de Grecia de la UE porque eso significaría que el dólar, que se acerca a la paridad con el Euro, pondría a la divisa americana aún más fuerte, perjudicando las exportaciones de USA. En fin, que Grecia es un problema de todos, aunque estemos tan distantes geográficamente.
España, tan cerca de Grecia, pudo salir del atolladero socialista hasta hace muy poco y ahora presenta signos económicos alentadores; pero vea usted como el populismo tramposo se sale con las suyas: a España le sale un grupo casi copia del Syriza griego y está convirtiendo los municipios españoles en un parque temático del esperpento. Una vocinglería de corte y tono castro-chavista se atrinchera en la televisión española y, junto a Belén Esteban, hacen del opinante y votante pueblo español una caricatura de opinión pública. Al final, tanta autopista de la información y tantos grupos sociales lo que han conseguido es la estulticia colectiva. Un fantasma recorre Europa, la triste herencia de Hugo Chávez y su teoría cantinflesca del imperialismo capitalista que huele a azufre.