La grasa “buena” causa la extrema delgadez de los pacientes de cáncer

Hasta ahora se conocía el lado amable de la grasa parda, el tejido adiposo bueno, capaz de quemar calorías y de reducir los depósitos de la otra grasa (la blanca, la mala) la responsable del sobrepeso y los denostados…

Hasta ahora se conocía el lado amable de la grasa parda, el tejido adiposo bueno, capaz de quemar calorías y de reducir los depósitos de la otra grasa (la blanca, la mala) la responsable del sobrepeso y los denostados michelines. Pero estos lípidos que adelgazan también tienen una cara menos agradable: están detrás de la pérdida de peso atroz que sufren algunos enfermos de cáncer, contra la que no existe remedio, y que es responsable directo de la muerte de uno de cada tres pacientes.

El hallazgo lo describen científicos del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) en la revista Cell Metabolism. En el artículo que se publica hoy, los investigadores relatan cómo el cáncer activa hasta el extremo y de forma descontrolada la transformación de grasa blanca en parda. “Es la primera vez que este fenómenoquemagrasa se asocia a un efecto negativo”, indica Michele Petruzzelli, el primer firmante del trabajo. Además, han observado el papel de una molécula (la citoquina IL-6) en este fenómeno y cómo al bloquearla se mejora la salud en los ratones, lo que abre una futura vía de tratamiento para estos enfermos.

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La gran esperanza contra la obesidad 

Desde que en 2009 se descubrió la presencia en adultos de la grasa parda, los investigadores y los laboratorios farmacéuticos se han lanzado a la carrera de encontrar un mecanismo capaz de activar a voluntad estos lípidos en el cuerpo. Frente a la grasa blanca, que acumula energía en los depósitos de tejido adiposo, la parda consume estas reservas, lo que la convierte en un esperanzador aliado contra la epidemia de obesidad y diabetes que sacude a buena parte del mundo.

Contar con altos niveles de esta grasa buena genera un efecto protector frente a la obesidad y el sobrepeso. 

Hace dos años la investigación sobre esta materia dio otro gran salto al descubrirse que el frío y el ejercicio despertaban la actividad de la grasa buena. La búsqueda de las moléculas que actuaban como interruptores de este mecanismo de transformación de grasa buena y mala dio, entre otras,  con la hormona FG21, que se produce en el hígado.

“Hay entre siete y ocho laboratorios trabajando con análogos de FG21 para desarrollar un fármaco capaz de  activar la grasa parda en el cuerpo”, comenta Francesc Villarroya, del Centro de Investigación Biomédica en Red de Fisiopatología de la Obesidad y Nutrición, y uno de los mayores expertos en este campo de España. También existen distintos ensayos clínicos en marcha, en los que, si bien no se ha observado relevantes cambios de peso en los participantes, “si se ha conseguido que desciendan notablemente los lípidos en la sangre”, comenta Villarroya. En todo caso, de momento “solo hay un artículo publicado”.

Si hay un campo en el que la farmacología ha fracasado de forma repetida ese es la lucha contra la obesidad. A pesar de los extraordinarios beneficios que hay en juego –el 18% de la población adulta del mundo es obesa- ningún laboratorio ha conseguido dar con la pastilla capaz de reducir eficazmente la acumulación de grasa en el cuerpo sin provocar efectos adversos. Por ello, no es de extrañar que la investigación en esta parcela se encuentre “en plena ebullición”, como destaca Villarroya.

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