A Danilo Medina, en cuatro años de mandato nunca le hemos visto asistir a un concierto de la temporada sinfónica, ni mucho menos a una exposición de arte, a un estreno teatral, o a una sala de cine. Al presidente de su partido, Leonel Fernández, sólo le vimos alguna vez cuando publicaron una foto comprando en alguna librería extranjera, comprando al por mayor por supuesto, para su Fundación de vergüenzas varias, y con ello hacer bulto con libros que ni siquiera desempacará para leer y contarnos cómo le emocionan las imágenes creadas a través de la poesía determinado autor, o de las ternuras de la ensoñación y el fracaso de amores literarios condenados o no al disfrute de su amor.
En el caso del presidente que se quiere reelegir, nos ha perpetrado un ministro de Cultura que le queda grande el puesto que usurpa, cuyo único mérito que presenta es hablar con voz afectada que imita, a la vez, a Silvio Rodríguez y a Joan Manuel Serrat, y lo que sale es una cosa extraña que no se sabe si es femenino o masculino. Un Ministerio que ni siquiera puede lucirse haciendo una gestión cultural dogmática, partidaria o solo interesada en un aspecto específico de la cultura; no, ahí no hay nada más que una coleta en una cabeza ya calva de pelos e ideas.
Estamos amarrados por gobiernos del PLD y sus aliados sinvergüenzas que solo se dedican a trabajar en manipulaciones electoralistas, cubrir ladrones, dicho sin eufemismos, delincuentes que no pueden ser sometidos a la justicia por inconveniencias políticas del momento (Sealand) o por jueces que no aceptan llevarles a juicios porque esos jueces sólo lo son por ser políticos y haber sido agraciados en el reparto que hizo su jefe.
Trujillo asistía, aunque fuera por obligación del cargo, a actividades culturales; Balaguer hacía infraestructuras y creaciones culturales, y asistía cuando podía físicamente a actos culturales. Juan Bosch era un asiduo de puestas en circulación de libros, inauguraciones de exposiciones, obras de teatro, y contaba con una producción propia en literatura. Pero la indiferencia hoy, con estos políticos de acuerdos de bandas, especialmente desde la aparición del pandillerismo político, lo único que han mostrado es indiferencia con la cultura; cuando no es abierto rechazo o humillación a los artistas hasta para entregarles los pocos pesos que “otorgan” como si fueran limosnas a pordioseros: desprecio absoluto, bofetada ruin, hasta llegar a extremismos de hacer plataformas de artistas e intelectuales provenientes de nóminas estatales a favor de la reelección, que no les importan que esa reelección tiene que ver con el atraso y el abandono cultural que sufren la mayoría de nuestras ciudades y pueblos.