La experiencia visual: El dibujo

Cuando se ama, la simple vista del ser amado tiene un carácter de absoluto que ninguna palabra, ningún otro gesto puede igualar o superar:…

Cuando se ama, la simple vista del ser amado tiene un carácter de absoluto que ninguna palabra, ningún otro gesto puede igualar o superar: un carácter de absoluto que sólo la verdadera fe en Dios es equiparable. Los privilegios de la vista vienen antes que los del lenguaje hablado. De ahí la fuerza que ha tenido el dibujo y la pintura en la conformación del imaginario colectivo.

Toda visión refleja una forma de ser, en toda visión nos reconocemos y nos reconocen. Porque la vista y el ver son las marcas que nos van dejando el paso de los años y nuestra formación.

El dibujo es el maravilloso misterio que saca formas desde la obscuridad en una ilusión óptica para evocar la apariencia de algo. Los pobladores de Almira en la lluviosa Cantabria comprendieron que una imagen podía sobrevivir al objeto representado y sus bisontes han permanecido, así como esos pintores anónimos a través de esos trazos.

La mano con lápiz es una poderosa herramienta que puesta a dibujar entra al mundo de las ideas, al mundo de imágenes y sentimientos.

Cuanto más versada esté esa mano, más fuerza de transmisión de los mensajes. La mirada del artista se confunde con la propia experiencia vital, su cómplice es el papel en blanco.

Un dibujo no es más poderoso cuando es más fiel a lo dibujado, porque en ese caso sería una fotografía que puede ser obtenida con una simple camarita: sino cuando más cerca está de la energía de la imagen, del aura del rostro dibujado.

Recuerdo en este momento a la “Muchacha descansando” de Gausachs. Lo visual siempre es el recuerdo de un encuentro irrepetible, fugaz pero duradero en nuestro ser, y el dibujo es el medio idóneo para captar esa inmediatez con poder de permanencia en uno.

Hay que mirar para ver. Las imágenes se crean cuando se comienza a interrogar a las apariencias y se va tomando nota gráfica, aunque sea una simple línea. Y al marcar una simple línea recta ya estás transgrediendo lo natural y entrando al mundo de lo imposible; porque en la naturaleza no existe la línea recta. Es el hombre que la ha creado y trata de seguir.

Mirar para ver, es el encuentro de dos energías, un diálogo de preguntas y respuestas posibles dentro de teorías de representaciones que pueden estar equivocadas o no, y que tratan de explicar el milagro visual del dibujo, de la representación de un momento fugaz que marca al fuego tu corazón o cerebro.

No basta con ver, hay que mirar más allá para dibujar algo bien y vencer su resistencia a ser descubierto en su esencia.

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