Juan Pablo Duarte, a quien la historia distingue como el más ilustre de los dominicanos, creció y murió con un ideal: forjar una nación digna, “libre e independiente de toda potencia extranjera, o se hunde la isla”.Duarte nació el 26 de enero de 1813, en momentos en que la parte este de la isla vivía en constantes disputas por el control entre españoles y franceses.
Fueron sus padres Juan José Duarte, natural de Cataluña, nacido el 15 de septiembre de 1768, y Manuela Diez Jiménez, oriunda de El Seibo, nacida el 26 de junio de 1786. Sus hermanos Vicente Celestino, María Josefa, Manuel, Ana María, Filomena, Rosa Protomártir, Juana Bautista, Manuel Amáralos María, María Francisca y Sandalia.
A los 15 años fue enviado a Inglaterra para que completase sus estudios, y desde allí pasó a Francia y posteriormente a España, donde se pone en contacto con una serie de movimientos sociales, políticos y culturales entonces en boga, como son el romanticismo, el socialismo, el liberalismo, el nacionalismo, así como la masonería, que para la época combatía la corona española, lo que en definitiva marcó su espíritu revolucionario.
Fascinado con Europa
La democracia europea lo fascinó, sobre todo por los cambios radicales que para la época se sucedían en Francia y Alemania, al igual que por las reformas que en Inglaterra impulsaba Oliver Cronwell, pero ningún hecho lo impactó más que la promulgación de la Constitución de Cádiz, en Andalucía, España.
En 1833 Juan Pablo Duarte regresó a la Española, y ya en él se había encendido el espíritu nacionalista, revolucionario, y se dispuso a forjar un pueblo soberano, independiente, con instituciones democráticas fuertes que tuvieran los derechos fundamentales de la persona humana como razón de ser.
El discurso de Duarte encontró eco en la clase media de entonces, pues los más ricos y los terratenientes habían llegado a algún tipo de entendimiento con el ocupante haitiano.
Junto a familiares y amigos creó las sociedades secretas La Trinitaria y la Filantrópica, a través de las cuales se fue difundiendo, entre los escasos 125 mil habitantes de la parte este de la isla, la idea de crear una República libre e independiente, gobernada por un régimen democrático y liberal.
Sabiendo que necesitaba apoyo no solo en la parte Este, y conociendo de las dificultades que tenía el régimen de Jean Pierre Boyer, en Haití, Duarte y parte de los trinitarios apoyaron, armas en las manos, a los revolucionarios haitianos que encabezaron el movimiento llamado La Reforma. Estos mismos revolucionarios se unirían más tarde a los trinitarios en su lucha por expulsar a las tropas haitianas de la parte este.
La independencia
Con Duarte en el exilio, sus ideas siguieron ganando adeptos y la noche del 27 de febrero de 1844 estalló la guerra de independencia. Luego de cuatro campañas en las que sobresalieron batallas como la de Beller, Azua, El Número, Santiago, El Memiso, los patriotas dominicanos lograron conquistar su independencia.
A su regreso fue recibido como el Padre de la Patria, pero surgieron las diferencias entre el sector conservador y los liberales de los trinitarios. Tras una serie de intrigas y pugnas internas, Duarte y el sector liberal de los trinitarios son acusados de traición y expulsados nuevamente del país.
Muere en Venezuela sumido en la miseria
Tras el triunfo de los restauradores, Juan Pablo Duarte regresó nuevamente a la República Dominicana, causando el aparente recelo de la Junta Central Gubernativa, que lo envió a Sudamérica en misión diplomática. El patricio se radicó en Venezuela, donde vivió junto a sus hermanas y hermano con muchas precariedades fabricando velas. El Padre de la Patria dominicana murió en Caracas el 15 de julio de 1876, sumido en la miseria.