Nosotros, seres productos de un posible experimento inacabado, y tan menesterosos que para vivir necesitamos convivir, nos enredamos en las patas del caballo cada vez que queremos cabalgar.
Lo dicho viene a cuento por la ya inaceptable crisis financiera que, cual fantasma, recorre a Europa. La idea de una Europa unida en torno al comercio y a una moneda única parece que prendió demasiado rápido. Casi como algo natural que debía ser, y que no lo era por las mezquindades políticas.
Pero no, a las mezquindades políticas las pueden superar las mezquindades financieras. La angurria, que diríamos aquí. El planteamiento platónico basado en la dignidad humana, encuentra su alter ego en otra corriente, de fuerte presencia en Alemania, que ensaya el experimento de la llamada “indignidad humana”. Dos guerras mundiales protagonizadas por un mismo pueblo lo testimonian. Y ahora un tercer intento: sin armas, sin ejércitos. Con una estructura financiera eficaz, el Euro, el Banco Central europeo y los “mercados” para hacer el modelo añorado desde siempre. Diseños para controlar a través del dinero lo que no se ha podido controlar con las armas y la barbarie nazi.
El hombre, que ya no es un ser natural sino una anomalía, un monstruo de la naturaleza comparado con las otras especies vivientes, persiste en sus errores, persiste en andar en círculo en sus obsesiones y adicciones más perversas.
El drama financiero que vive Grecia sin su dracma, o que vive el sur europeo, parecen experimentos de control social y humano hechos en laboratorios. Algo como “dejadles creerse ricos y libres por un tiempo, mientras nos colamos en la administración de su casa y los atamos para siempre. Préstales dinero a sabiendas que no pueden pagar y nos quedaremos con el dinero y con ellos”.
Y los españoles, portugueses, griegos e italianos se creyeron ricos, bonitos y europeos de lujo, se fueron en vacaciones con préstamos, casas con préstamos, coches con préstamos, comunidades autónomas con préstamos, vidas con préstamos. Es aquí donde el discurso humanista sobre el hombre como animal metafórico cobró toda su vigencia, con la llegada del hombre light y de realidad virtual. Y ahora se acabó la fiesta, vuelta a la realidad real, y más que real, la realidad pesadillesca. Hubo una vez una Europa unida por el arte, eran otros tiempos y, parece, otras gentes. Pero era una unidad basada en algo grande, algo verdadero que perdura. Era el arte, la filosofía y el catolicismo.
Era la esencia de Europa que aún perdura con otras formas de entender la vida, la vida real, no la virtual. Europa, ahora, está en su tiempo, pero no está a su altura.