Con alarmante y desesperante frecuencia, se suele escuchar en la radio y la televisión, como también en las redes, que este país “se jodió”. Dentro del marco de nuestras grandes dificultades, esa sensación de frustración puede alcanzar un efecto viral, corroyendo nuestra estructura social, arrastrándonos a un estadio de pesadumbre que acabaría con las esperanzas que nos han alentado siempre. Los problemas reales de una nación surgen cuando ese sentimiento de pesimismo y desconfianza en sus fuerzas y potencialidades se apodera de grandes núcleos de la población. Como sucede en la economía y en casi todas las facetas de la vida, la pérdida de confianza paraliza primero y después destruye.
Si bien bajo ciertos estados de ánimo muchos caen en ese limbo de depresión, la verdad es que este país “no se jodió” ni tampoco se joderá. No se joderá porque ni aún en los peores momentos de su historia, la adversidad pudo con su inmenso deseo de superación, lo que nos ha permitido sobrevivir y levantarnos de las peores caídas en las circunstancias más dolorosas de nuestra vida republicana. Ni siquiera cuando fuimos invadidos por fuerzas millones de veces superiores este país llegó a joderse.
El país no se joderá porque, y por supuesto tampoco está jodido, porque las aguas siempre vuelven a regar nuestros suelos después de las largas y cíclicas sequías que nos afectan. Y digo que no se joderá porque si bien muchas cosas andan mal y otras empeorarán, son más las que están bien y funcionan, tal vez no a la perfección porque nada humano llega a conseguirlo. Y no se joderá porque aún en la más densa oscuridad, en el rostro del dominicano rico, pobre o desamparado, no se ha ido nunca la sonrisa.
Y si en la oposición o dentro del propio gobierno llegaran a vender la idea de que estamos inevitablemente jodidos, el que llegue al poder se joderá, porque todos sabemos que lo jodido “jodido está”, así se queda y no habrá para nadie.