Es frecuente confundir o creer que es la misma cosa Estado y Gobierno. Y ambas son, aunque cercanas y siempre asociadas, expresiones sociales muy distintas y con responsabilidades propias de cada cual.
El Estado, tiene semejanzas de perpetuidad y eterna; el Gobierno tiene tendencia a ser efímero y transitorio.
El Gobierno dirige el Estado, pero los aciertos y lastres históricos que arrastra consigo el Estado, no son necesariamente atribuibles al Gobierno de turno o al que se fue, sino que, esa cosecha y producto estatal, es una responsabilidad histórica y, digamos, un atributo de todos los gobernantes.
Desde Tomás Bobadilla y Pedro Santana, hasta Gregorio Luperón y Ulises Heureaux (Lilís); Horacio Vásquez y Rafael Leonidas Trujillo; Juan Bosch y Joaquín Balaguer; y Leonel Fernández, Hipólito Mejía y Danilo Medina, para solo citar algunos de quienes, a lo largo de la historia nacional, les ha tocado conducir la Primera Magistratura del Estado.
Por ello, cuando afirmamos que estamos frente a un Estado clientelista y politiquero, eso no es atribuible a este ni al otro Gobierno, independientemente de que le toque parte.
Lo que hacemos es expresar la preocupación porque impere y se fortalezca el Estado de derecho, y en eso el principal actor debe ser el Gobierno Central.
En el Estado de derecho mandan las leyes, todos los ciudadanos (desde el más humilde hasta el más encumbrado) somos esclavos de las leyes.
La sociedad es protegida y se ampara en el espíritu y fundamento de las leyes, cuya madre de todas es la Constitución de la República.
La reflexión viene a propósito del dispositivo legal que manda a la organización del transporte público y de carga.
El Gobierno debe mostrarse justo y enérgico, y jamás pactar ni ser débil ante los que se erigen como amos de la nación, imponiendo a todos los ciudadanos el desorden y el caos.
Sólo con instituciones sólidas tendremos un Estado de derecho fuerte y una sociedad en paz.
Estado y Gobierno son cosas distintas, pero toca al Gobierno hacer que las reglas del Estado, que fueron aprobadas por el Soberano en el Congreso Nacional o en la Asamblea Revisara o en la Constituyente, se cumplan a pie puntilla.
De eso se trata, y a eso hay que irle de frente, dado que todos los ciudadanos somos víctimas del caos que dos o tres han impuesto a la sociedad de todos.