Un viejo fantasma de la historia europea recorre España: el nacionalismo excluyente de los Reinos de Taifa. Cada región, provincia, pueblo o pueblito quiere “su independencia”. Dirigidos por grupos de privilegiados y tramposos de siempre, como los Pujol en Cataluña, exigen “derechos nacionales” fuera de una España que nunca los ha negado porque nunca ha sentido que no fueran parte de España. Condados, marquesados y pequeños reinos forales piensan que sus bonanzas actuales seguirán después de un ilusorio desmembramiento de España. Vana ilusión de quienes quieren ser padres fundadores de unas patrias imaginarias; sus islas baratarias. Patrias con historias inventadas por ellos mismos bajo la tergiversación de la historia y con el adoctrinamiento sectario que les permite el Estado de derecho español en la España de las Comunidades Autónomas. Una democracia tan amplia que lo que ha hecho es acumular roñas porque sus ciudadanos solo piensan en derechos sin aceptar deberes.
Los izquierdistas de toda España han viciado el sistema educativo, con propósitos mal intencionados en que lo español sea algo vergonzoso a erradicar, una tacha, una deshonra del ser humano; la bandera española un símbolo de Franco y el fascismo. La leyenda de la España negra: inquisitorial e imperialista, que crearon los ingleses para socavar el imperio español y colarse ellos, ha sido el bagaje con que han educado a los niños españoles en toda España. Las izquierdas españolas no aceptan todavía que perdieron la guerra, y sobre todo, que ya la guerra no existe más que en sus mentes febriles.
Hoy España no puede conformar un gobierno de centro derecha porque las izquierdas ni entre ellos mismos pueden convivir. Es el clásico: “Que se jodan, aunque yo también me joda en ello”. No hacer, ni dejar hacer. Las primeras elecciones dejaron claro que el partido político más votado fue el PP, y que los otros deberían aceptar que fueron votados para ser oposición, no para hacer un Estado inviable. En el sistema parlamentario español ser oposición les hace parte del gobierno del Estado. Una segunda votación reafirmó la votación anterior y aumentaron los votos que dieron al PP como preferido para gobernar. Pero no, el sistema permite que un partido con un 5 por ciento pueda bloquear la decisión del pueblo. Es la izquierda invertebrada que busca la desarticulación de España.
Los regionalismo y separatismos son parte del intento de desintegración que una minoría de dirigentes inexpertos y voraces intentan llevar a cabo con la indiferencia de quienes tienen todo que perder. El desorden español parece dar la razón a pesimistas como Samuel Huntington y refutar a optimistas como Francis Fukuyama. El voto es libre, pero debe ser responsable de sus efectos.