La atomización de los partidos políticos en España, y en cualquier país, es la ruina de la democracia. Cuando no hay una mayoría representada contundentemente por un partido el caos se apodera, y todos perdemos; porque la política se convierte en negociación, en trapicheo.
Independientemente de que la mayoría sea de derechas o de izquierda, si no está cohesionada los oportunistas harán su agosto. Los reinos de Taifa se reproducirán como hongos; envenenándolo todo. Para poner dos ejemplos: Cataluña en España o la provincia La Altagracia en RD son secuestradas por inescrupulosos.
La eterna división de los españoles, derechas e izquierdas, enemistadas a muerte. Mitades irreconciliables e irracionales, que utilizan la marca España para odiarse, para que se joda el otro aunque con ello me joda yo. Es la historia de nunca acabar. El domingo pasado, el 20-D, como les gustan etiquetar las fechas políticas, es la prueba de que España va hacia la ingobernabilidad, hacia el caos, hacia las divisiones que nadie quiere pero que no pueden superar racionalmente, porque allí el sueño de la razón produce monstruos goyescos.
¿Es la era de la autopista de la información la causante del estado de cosas que estamos viviendo en España y más allá. Ese estado en que hemos caído lleno de individualismos egoístas cuando nos creíamos más “conectados” que nunca? ¿O es solamente una conducta atávica española?
El discurso políticamente correcto tiene mucho que ver con este estado de cosas. Según parece, la democracia de “un hombre, un voto” está en sus peores momentos cuando el hombre ordinario, el normal, usted o yo, nos creíamos en control de la información para votar correctamente. Porque hoy lo que es políticamente correcto es no decir la verdad. Hay que decir sólo lo que quiera oír el votante cautivado por tanto Internet y tanto Twitter, por tanta falsa bondad, aunque lo que se diga políticamente correcto es lo peor para ese votante, quien muchas veces es incapaz de discernir un discurso políticamente correcto y lo que en verdad hay detrás de ello.
Acabar con el bipartidismo es el chivo expiatorio para la vieja confrontación derecha vs. izquierda. La actitud personal de simpatía o rechazo ante una determinada idea forma parte de planteamientos filosóficos, la democracia es una conquista de la filosofía, no de una campaña propagandística de políticos. La mayor amenaza a la democracia hoy es el votante promedio. Basta con conversar con uno de ellos para uno darse cuenta de que el futuro no es prometedor. Lo que llamamos hoy democracia no lo es, sino una parodia de ello, una puesta en escena con actores de pacotillas. Ingobernabilidad le toca a España hoy.