A veces nos formamos expectativas de personas o acontecimientos, que no son más que el resultado de nuestros deseos, prejuicios, alguna información o impresiones; extrañamente logramos hacerlo con una certeza genuina, o con total conocimiento. Nuestro corazón es un mundo paralelo al real, del cual la Biblia habla diciendo que es “engañoso”. Por ello, nos decepcionamos y frustramos ante cualquier pronóstico contrario. Abraham, el padre de la fe, a sus 100 años, es el ejemplo de quien no se engaña a sí mismo con dudosas expectativas, sino que pone sus esperanzas en el punto de apoyo correcto. Él creyó esperanza contra esperanza, cuando “nada” era la realidad sobre el horizonte, porque confiaba en aquel que era “todo” para él.
No te engañes…
A veces nos formamos expectativas de personas o acontecimientos, que no son más que el resultado de nuestros deseos, prejuicios, alguna información o impresiones; extrañamente logramos hacerlo con una certeza genuina, o con total conocimiento.…