La Asociación Nacional de Jóvenes Empresarios (ANJE) se anotó un gran triunfo al lograr reunir la noche del lunes a los siete candidatos de oposición, pero la jornada distó mucho de ser un debate en términos formales, aunque sí una tediosa repetición de propuestas electorales, muchas de ellas sin fundamento en la realidad y en algunos casos con un gris nivel de exposición. Una tertulia entre amigables adversarios. En definitiva, una radiografía de la incapacidad de muchos de los concurrentes para ajustar sus propuestas dentro de los límites de una economía en crecimiento con un alto grado de desigualdad.
De todas formas, fue un buen comienzo para alcanzar la vieja aspiración de hacer de los encuentros entre los candidatos una verdadera confrontación de ideas, en un ambiente de respeto mutuo, que revele la idoneidad, capacidad y sinceridad de los aspirantes a dirigir la nación, en cualquiera de las dimensiones del aparato burocrático. Es justo señalar que uno de los aspectos positivos del encuentro lo fue el grado de consideración que se tuvieron entre sí, manteniendo sus exposiciones sin estridencias ni insultos, tal vez lo más sobresaliente de la noche.
La generalidad de los planteamientos estuvo basada en críticas a la administración con sugerencias de cambios improbables dentro de las limitaciones económicas que algunos de los candidatos harían más precarias todavía, con promesas de reducir impuestos , aumentos del gasto corriente y compromisos presupuestarios difíciles de aplicar, sin un cambio radical de la estructura impositiva. Una noche de magos e ilusionistas ante un auditorio escéptico y desconfiado a causa del largo historial de promesas que ha caracterizado la vida electoral de la nación. Y, sobre todo, un encuentro de soñadores de una posición que las encuestas dan por seguro ganador al gran ausente, que visto el resultado no tenía nada que buscar allí.