Cuando millones buscan escapar de la frialdad de los grandes edificios, de la rigidez del asfalto, en busca de lugares en donde el hombre no ha tenido que poner sus manos para crear belleza; donde el aire es fresco y no condicionado, otros, que sí tienen ese privilegio, no lo disfrutan. El prólogo, por supuesto, es para hablar de esta media isla, tan encantadora pero tan pobremente valorada. Dentro de sus 48,442 km cuadrado de extensión, hay muchos tesoros escondidos, que paradójicamente, muchos de sus ciudadanos desconocen. Y que quede claro: no estamos en contra de que se gaste sus ahorros en ir a París, por ejemplo. Esto es un intento a que se dé la oportunidad de conocer bellos lugares de su país, sin gastar mucho y compartiendo con la familia.
Uno de esos lugares un tanto olvidados es Cabrera (y no Loma de Cabrera, la del merenguero Fernandito Villalona, eso es en Dajabón), uno de los municipios principales de María Trinidad Sánchez. Se llega rápido. Si tomas la carretera nueva para ir a Samaná, con todo y hacer parada, son unas unas tres horas y media.
Por lo modesto que luce el pueblo, al llegar, uno puede dudar de lo que allí puede encontar. Ibamos, mi familia y yo, en un autobús de 35 personas, en una de las rutas turísticas que prepara el Ministerio de Medio Ambiente para conocer áreas protegidas. Cabrera nos resultaba un misterio. Y aun más lo que se escondía en su periferia. Empezando por lo que se encontraba a unos 15 kilómetros de la carretera: Los Naranjos, un poblado visiblemente humilde, pero que sus pobladores se empeñan en levantar. A 400 metros en dirección este, aparece la Gran Laguna o Laguna Perucho, declarada Área Protegida el 31 de diciembre de 1995, por el Decreto 309-95, bajo la categoría de Manejo de Hábitat y Especies. Es todo un espectáculo contemplar sus manglares, predominando el mangle rojo, y en menor proporción el mangle negro y el blanco, que se extienden sobre la extensa zona de humedales de 15.14 kms2. Sus aguas se alimentan de las corrientes de agua dulce provenientes de los ríos Boba y Bacuí.
La playa contigua, aunque ofrece una hermosa vista, queda eclipsada, pues los ojos se posan de inmediato en este refugio de vida silvestre, con 3.65 kms2 de superfecie terrestre y 3.67 km2 de área marina. No te atrevas a marcharte sin dar un paseo en una de las lanchas. No temas, que vas con un guía y te colocan flotadores. Tampoco sin refrescarte con el agua de coco que te espera al regreso.
La laguna El Du-Dú
No es una exageración calificar a la laguna El Dudú, ubicada en el Distrito Municipal La Entrada, en Cabrera, como todo un espectáculo visual. Rodeada de árboles que bordean toda su periferia, como si le protegieran, se encuentra este enorme agujero lleno de agua de un azul intenso y 200 metros de profundidad, cuyas aguas se conectan con otra laguna de menos hondura llamada el Pozo de los Caballos.
Sobre El Dudú pende una soga para los que tengan el sueño de lanzarse desde su parte más alta, al estilo de Tarzán, o simplemente probar saltos libres. Sus 700 metros de túneles sumergidos han atraído a los amantes del buceo que vienen de todas partes, sobre todo extranjeros, para admirar su belleza subterránea. Por supuesto, solo a los debidamente certificados se les está permitido realizar esta práctica. Para entrar a la zona el costo es de 50 pesos por persona. Eso te permite el acceso a los dos lagos, bañarte y, si te apetece, entrar a la Cueva de los Murciélagos. Hay un restaurante en el que puedes reservar, o si lo prefieres, puedes llevar tu propia comida.
El Saltadero, Monumento Nacional
Hacer una breve parada en este salto y comer un pudín de pan o un pan de batata que ofertan los vendedores circundantes, es una delicia. Allí llamará tu atención el sonido tranquilizante del agua que cae, junto a la pericia de unos jóvenes para treparse sobre las rocas y luego saltar, algunos haciendo giros en el aire.
El Saltadero fue declarado Monumento Nacional en el decreto 571-09, en su artículo 18, siendo protegido por una bella zona de bosque húmedo. A breves pasos, previo al salto, hay un río para los que quieran darse un baño. El espacio protegido tiene una superficie de 2.62 kilómetros cuadrados.
El Cabo Francés Viejo
Por último, pero no menos importante, está el también declarado Monumento Nacional en el 2009, Cabo Francés Viejo, (primero considerado Parque Nacional en mayo de 1974) que entre sus pequeñas dimensiones (1.5 kilómentros cuadrados) encierra grandes atractivos. Tres faros, construidos en distintas épocas, arrecifes, acantilados, diversas especies de flora y fauna (especialmente aves) y playas bañadas por el Atlántico. Si bajas unas largas escaleras pedregosas te podrás dar un chapuzón en la playa El Bretón y también, tomar desde allí, bellas fotografías.
Dato
La Gran Laguna o Perucho fue ratificada como Área Protegida por la Ley General de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Ley 64-00) de fecha 18 de agosto del 2000 y luego en la Ley Sectorial de Áreas Protegidas 202-04.