Estamos viviendo un momento que será determinante para nuestro desarrollo futuro, pues las principales fuerzas que componen esta sociedad están cada día más conscientes de que sin una mejoría significativa en la calidad de la educación no será posible lograr un desarrollo económico sostenido y mucho menos se podrán enfrentar las graves desigualdades sociales que hemos padecido por siempre.
Un segmento de la juventud dominicana, en forma espontánea pero muy efectiva, está presionando a nuestras autoridades para que dediquen anualmente el 4% del PBI, que las leyes vigentes consignan. Este extraordinario movimiento está comenzando a movilizar a los sectores más progresistas de nuestra nación y es de esperarse que al mismo se sigan sumando muchos otros que todavía no lo han hecho por desidia, apatía o falta de conciencia sobre la gravedad de la situación.
Es muy simple. Si no aumentamos significativamente el nivel de educación de nuestra población en general y logramos incrementar la productividad de nuestros trabajadores, será cada vez más difícil competir en un mundo globalizado, y si no podemos competir en los mercados internacionales, se nos dificultará progresivamente la posibilidad de crear nuevas fuentes de empleos productivos, que en definitiva, son los que motorizan el resto de la economía.
Nuestra clase empresarial lo sabe y muchas empresas líderes están ya por eso llevando a cabo planes educativos sumamente exitosos que han sido de gran contribución para las poblaciones donde operan. Lamentablemente, estas iniciativas constituyen aún proyectos aislados. De ahí la necesidad de que muchas otras empresas que sí pueden y deben, se incorporen a estos planes educativos, pues finalmente serán ellas las beneficiadas, directa o indirectamente, pues todas serán favorecidas con cualquier aumento que tales planes produzcan en la capacidad adquisitiva de la sociedad.
El proyecto que recientemente lanzó APEC (Empresarios en Defensa de la Educación) va en esa dirección. APEC le está diciendo a nuestra clase empresarial que es imprescindible que asuma el papel que le corresponde en esta etapa de nuestro desarrollo, como lo supieron hacer en el pasado numerosas naciones que hoy disfrutan de un mayor bienestar para todos sus habitantes.
El aporte empresarial no debe ser exclusivamente a través de recursos económicos, sino que es preciso que sumen todo el peso que tienen en esta sociedad para convencer a nuestras autoridades de que sin educación no habrá un futuro promisorio. Y también deben utilizar los múltiples medios a su alcance a fin de hacer entender a toda nuestra población, especialmente las clases de menores ingresos, que sin educación tampoco se podrá superar el estado de pobreza, que hoy se mantiene como una maldición, la cual no debe ser aceptada como inevitable por todos los que tienen verdadera sensibilidad social.
Carlos Despradel es economista