No se trata de que seamos tontos, sino de que sepamos perdonar. No se trata de anularnos, sino de aprender el sentido de la fidelidad. No se trata de cegarnos, sino de saber confiar. No se trata de que dejemos pasar sin que la otra persona conozca las consecuencias de sus faltas, sino de aprender a valorar el diálogo.
No se trata de que seamos masoquistas, sino de que seamos tolerantes. No se trata de obligar a que la otra persona cambie a nuestro favor, sino de saber negociar. Todo esto es parte de ese amor verdadero llamado a no extinguirse cuando encuentra terreno fértil en la búsqueda de comprensión, respeto y compañerismo. Aspiremos a ese amor, practicando todo lo que él encierra.
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