Educación no sexista: un trato por la inclusión

¡Sabía que era una mujer que iba manejando!”, le escuché vociferar con aires de grandeza al chofer de carro público. Yo estaba sentada justo a su lado, en medio de un tapón tan insoportable como el calor húmedo…

¡Sabía que era una mujer que iba manejando!”, le escuché vociferar con aires de grandeza al chofer de carro público. Yo estaba sentada justo a su lado, en medio de un tapón tan insoportable como el calor húmedo de aquella tarde. Lo miré de reojo, para examinarlo, pero no me atreví a decir nada. El resto de los pasajeros apoyaban su afirmación con tal fanatismo, como si se tratara del descubrimiento de las tres leyes de Newton. Todos en aquel tambor de hojalata (porque era más el ruido que hacía que la velocidad con que corría. Y sí, conscientemente estoy rememorando a Günter Grass) estaban postrados ante aquella “gran verdad”: las mujeres son un peligro al volante.

No estaba sorprendida. El comentario ya es casi un dicho popular, y por más indignación que me causara, contradecirlo en ese momento significaba llegar a pie a mi casa ese día. El pensamiento de ese “padre de familia” y mi silencio, ambos, forman parte de una herencia cultural que se ha convertido en parte de nuestra idiosincrasia y de que al parecer es cierto eso que dicen de que “la costumbre hace ley”. Si es así, el sexismo es una prueba de ello.

¿Qué por qué le llamo así? Tomaremos una definición de la Real Academia de la Lengua (RAE) para ilustrar su significado: “Discriminación de personas de un sexo por considerarlo inferior al otro”. Es decir que, cuando una persona menosprecia a otra por ser de un género diferente al suyo, está actuando de manera sexista.

La mujer ha sido la gran alumna en materia de discriminación, porque la ha vivido en su propia piel durante siglos. Por eso, un grupo de mujeres pactó para crear el Día Internacional de la Educación No Sexista. Todo sucedió en el 1981, en Paraguay. La Red de Educación Popular entre Mujeres (REPEM) decidió que el 21 de junio se conmemorara de esta fecha y a partir de entonces, principalmente los países de Latinoamérica y el Caribe, se han unido para educar “libre de estereotipos”, para no reforzar “la discriminación femenina en el mundo del trabajo y la familia, y en los espacios públicos de poder”, explica el Programa Venezolano de Educación y Acción en Derechos Humanos, en su portal derechos.org.ve.

 

¿Qué es la educación no sexista?

“Educar desprovisto de lo que es el sexismo es plantearse una enseñanza que reconozca e incorpore la existencia de los hombres y de las mujeres, de los niños y las niñas en el sistema educativo formal o en cualquier espacio donde se hace una formación. Es plantearse el reconocimiento –al hacerlo visible- de lo que aportan los hombres y las mujeres”, responde Desirée Del Rosario, coordinadora académica del Centro de Estudio de Género del Instituto Tecnológico de Santo Domingo, INTEC.

Para Del Rosario, el lenguaje no es la única expresión de sexismo, por tanto, no es la única forma de abandonarlo. Recordemos que en el 2013 la RAE dispuso eliminar las acepciones sexistas del diccionario, lo que en cierta forma dio la impresión de que la solución estaba en las palabras. Y lo está, pero no únicamente en ellas, que es lo que ha querido dejar claro la académica: “También es necesario reconocer los roles y las exigencias que la sociedad le asigna a los hombres y las mujeres de manera diferenciada, y lo que implican los castigos en caso de que no cumplas con las expectativas que la sociedad tiene frente a lo que deberían ser”.

Como lo dijera el director de la 23ª edición del Diccionario de la RAE (DRAE), Pedro Álvarez Miranda, experto en lexicografía histórica y en historia de la lengua española: “Si la sociedad es machista, el diccionario lo reflejará. Cuando cambia la sociedad cambia el diccionario”.

La educación no sexista es, a resumidas cuentas, un sistema de educación democrático, en la que hay espacio para los aportes realizados tanto por los hombres como las mujeres, sostiene Desirée Del Rosario. Y he aquí cuando menciona algo que vale la pena reflexionar: “Es también educar para compartir en el mundo, no para competir”. 

 

“El término sexismo apareció en los Estados Unidos a mediados de los años sesenta, por analogía, con el propósito de demostrar que el sexo constituye para las mujeres un factor de discriminación, subordinación y desvalorización. fue utilizado por los grupos feministas que en aquella época estaban surgiendo”. Isabel Reinoso Castillo, en su documento El sexismo en la educación, publicado en el portal gestiopolis.com.

 

El Ministerio de Educación en República Dominicana, a través del Departamento de Educación en Género y Desarrollo, conmemora el Día Internacional de la Educación no sexista desde la institución del mismo, en 1991.

 

Identificar:

“… resulta necesario que el profesorado tenga conciencia de su papel en las transformaciones que pueden germinar desde la escuela misma, potenciando su capacidad para identificar los sesgos sexistas y discriminatorios en la educación, y las estrategias para luchar contra ellos”.

Alicia González y Beatriz Castellanos, Sexualidad y Géneros: Alternativas para su educación ante los retos del siglo XXI.

 

Alto a los privilegios

Uno de los grandes peligros del sexismo es que genera violencia, porque cuando se trata de lucha de poderes, quien lleva ventaja no se encuentra fácilmente en la postura de perderla. Por eso, la educación no sexista también se enfoca en que no existan roles que tengan un valor privilegiado sobre otros. “En el ámbito privado, hay unas cosas que valen para el mercado y otras no”, señala la coordinadora académica, Desirée Del Rosario.

Para ilustrarnos nos presenta dos ejemplos. El primero, lo que sucede con algunas mujeres luego de dar a luz en ciertas empresas. Comienzan a ser vistas como una pérdida, porque tienen que darles un tiempo de licencia, cubrir su falta y seguir pagando su salario. Si la mujer tiene más de un hijo(a), corre el riesgo de ser cancelada de sus labores porque hay superiores que entienden que el trabajo pasa a un segundo plano y eso, económicamente, no les conviene.

El segundo ejemplo es el siguiente. Suponemos que a una mujer le guste ser ama de casa. Pero, ¿cuál es el valor que el trabajo doméstico tiene en la sociedad? Ustedes saben la respuesta.

Lo cierto es que desde la perspectiva no sexista, no hay un trabajo ni tampoco ser humano que sea mejor, que valga o sea más importante que otro. Para lograr que sea más que una bonita frase, hay que educar. “Desde la educación es que enseñamos el tema de la asignación de roles y desvalorizamos el tema de las identidades que las personas pueden asumir. Así es como se contribuye con el desarrollo y la democracia”, advierte Del Rosario. 

 

El poder de las aulas

Quienes trabajan la perspectiva de género, entienden que la educación en sentido general ha tenido un enfoque androcéntrico.

¿Qué significa esto? Que la forma de enseñar y de aprender parte desde la perspectiva de la masculinidad exclusivamente, y los resultados son generalizados a toda la población.

Volvamos otra vez a los ejemplos. Si una niña se rodea en la escuela de varones, es apodada “maría machito” o se le considera una “chivirica”. Si por el contrario, el niño tiene muchas amiguitas, aunque con menos severidad, puede ser tildado de homosexual.

Cuando se le designan tareas a los niños y a las niñas de forma específica. En casa, la niña se ocupa de limpiar, el varón de hacer los mandados. Las niñas son las que se dedican a las manualidades, el niño, a los deportes.

Hay muchos padres que al momento de tener los hijos, prefieren que el primero sea varón, para que sea él el responsable de cuidar a las hermanas que nacerán después.

Algunos puestos de trabajo y oficios buscan de forma exclusiva a los hombres para ocuparlos. Cuántas veces hemos visto en los clasificados: “se busca personal para el área de ingeniería. Requisitos: Hombre de entre…”. De hecho, hay empresas que todavía prefieren que sus altos puestos gerenciales sean ocupados por varones.

Incluso esa idea que se tiene de las madres, que tienen que sacrificarse por sus hijos (as) y su matrimonio, dedicándose por completo a ellos -sin descanso y a pesar del cansancio- porque de lo contrario son malas madres, también es una concepción sexista.

Es aquí que se vuelve necesario revisar las aulas y las familias, consideradas como “agentes socializadores de mucho peso, para que puedan transmitir la igualdad en las relaciones sociales entre todas las personas independientemente de su sexo”, según describe el documento escrito por la profesora y especialista en temas de género, Carmen De Aza Mejía.

“La educación no sexista devela que hay una situación injusta”, sostiene la también docente Desirée Del Rosario. A esto se refiere con que este principio no aborda únicamente la relación entre hombres y mujeres. También se ocupa de todas las formas de discriminación, como lo es la raza y la condición social. Si es mujer, negra o morena, con el pelo crespo y además pobre, sabemos muy bien con qué ojos la mira la sociedad. 

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