Los ecos del discurso de Donald Trump durante la campaña electoral apuntaban a redibujar a Estados Unidos y al mundo, desde temas como seguridad y política internacional, migración, seguridad social y medioambiente, hasta comercio y relaciones económicas internacionales. Sin embargo, desde la confirmación del triunfo en las urnas, lejos de reiterar sus intenciones, el discurso y otras señales apuntan a un debilitamiento de esas posturas.
Muchos dirían que eso era esperable, por dos razones. La primera era que estaba en campaña, un contexto donde frecuentemente se exageran posturas para apelar a las emociones y lograr adhesiones. En esta ocasión, algunas de ellas han sido francamente odiosas y peligrosas, como las relacionadas con el tema migratorio porque atizan prejuicios y hostilidad hacia comunidades enteras. La segunda es que a medida en que se acerca al poder político, las restricciones institucionales y de los poderes fácticos empiezan a sentirse. Por un lado, el Presidente no puede hacer lo que quiere y no tiene todo el poder del mundo, sino que opera bajo ciertas reglas, algunas específicamente diseñadas para hacerle contrapeso y otras para darle la mayor racionalidad posible a sus actuaciones. Por otro lado, sabe que, si actúa contra ciertos intereses de naturalezas diversas, sin dejar espacios suficientes para la negociación, enfrentará un ambiente hostil e inconveniente para su gestión.
A pesar de esto, no deja de ser una preocupación la dirección y los efectos que puedan tener las políticas del nuevo gobierno estadounidense. Después de todo, el Presidente electo deberá actuar en alguna medida en consonancia con al menos algunas de sus promesas y propuestas. Muy probablemente Trump no querrá pasar a la historia como un Presidente republicano más, lo que supondría acciones resueltas en algunos ámbitos que le permitan al menos mantener apoyos que fueron críticos para su elección.
Explorar los efectos que tendría un nuevo entramado de políticas estadounidenses sobre la República Dominicana, y en particular sobre su economía, requiere identificar cómo se vinculan ambas economías y los canales de transmisión a través de los que fluyen las secuelas.
Las exportaciones de bienes
El primer y más claro canal son las exportaciones de bienes. Del total de las exportaciones dominicanas, cerca del 50% se dirige al mercado de Estados Unidos. Hay al menos dos tipos de políticas de gobierno que pueden tener efectos sobre ese comercio.
El primer tipo es la política macroeconómica, esto es, las que inciden sobre el nivel de actividad económica, la inflación y las tasas de interés. Si la economía estadounidense crece más de lo previsto, se incrementará su demanda de importaciones en general, lo cual impactaría positivamente en las exportaciones dominicanas a ese mercado. El Presidente electo ha prometido incrementar la inversión en infraestructura pública, lo cual prometería tener ese efecto.
Sin embargo, la Reserva Federal (banco central), una entidad con alto grado de autonomía respecto al Gobierno, se mueve en una dirección contraria: busca “normalizar” la política monetaria. Desde 2008, y en respuesta a la crisis económica, la Fed, como se le conoce, adoptó una política monetaria muy relajada, manteniendo tasas de interés en niveles ultra-reducidos en busca de estimular la inversión y el crecimiento. A medida que la economía estadounidense se ha venido recuperando, la política monetaria abandonaría el estado excepcional en que está, las tasas de interés se incrementarían, y con ello se frenaría la inversión. Ya la Fed empezó a hacerlo hace unos meses. Si continúa en ese camino, el efecto sobre el crecimiento sería contrario al del aumento del gasto federal en infraestructura pública, contribuyendo a contener las importaciones. Además, incrementaría el costo de la deuda pública dominicana, y también a encarecer el endeudamiento privado.
Como muchas otras cosas, es difícil predecir qué hará Trump, y es incierto también qué podría hacer la Reserva Federal ante un nuevo escenario fiscal en Estados Unidos.
Las reglas del comercio
El segundo tipo de políticas con efectos sobre las exportaciones hacia ese país son las reglas de comercio, consignadas por el acuerdo de libre comercio (conocido como DR-Cafta), del cual también forman parte los países de Centroamérica. Trump ha prometido revisar los acuerdos comerciales e imponer barreras a las importaciones para hacer que las inversiones y los empleos vuelvan a Estados Unidos. Por razones obvias, ha puesto los ojos principalmente en China y México, ambos países convertidos en las grandes factorías americanas.
Aunque ninguna regla o acuerdo está escrito en piedra, cambiarlos a tal punto que reviertan los flujos de inversión y vuelvan a hacer atractivo fabricar miles de productos en Estados Unidos, no parece ser viable porque elevaría mucho los precios de los productos, y sería muy disruptivo para cadenas de producción “comandadas” por corporaciones americanas, de las cuales son beneficiarias principales. Además, afectaría severamente la credibilidad de ese país como socio comercial confiable y mermaría su liderazgo económico. Estados Unidos dejaría de ser el mercado apetecido y su gobierno el actor con quien todo el mundo quiere negociar, y las miradas girarían drásticamente hacia China, algo que la élite política y económica estadounidense no querría.
Trump, sin embargo, podría ofrecer a las corporaciones americanas mayores incentivos fiscales de los que tienen, para estimular a que algunas decidan impulsar proyectos de inversión en suelo estadounidense. Unos pocos logros en este ámbito podrían salvarle la cara, pero no es previsible que vaya a haber giros drásticos.
Desde el punto de vista dominicano, la pregunta es si las reglas de acceso al mercado estadounidense consignadas en el DR-Cafta pudieran cambiar. Eso también parece improbable simplemente porque sería difícil argumentar que los empleos americanos han huido hacia Centroamérica y el Caribe, como lo han hecho hacia México y China. Al echarle una mirada detenida a los principales productos que vendemos en ese mercado como aparatos médicos, cigarros, interruptores eléctricos, oro, prendas de vestir, plásticos, azúcar, y cacao, la percepción se reitera. Por años, el acceso de éstos ha sido amplio y el DR-Cafta no agregó mucho, y el hecho de que ahora esté amparado en un acuerdo internacional hace más complicado darle la espalda.
De paso, no se debe obviar que una eventual renegociación del DR-Cafta también traería la oportunidad de cambiar las reglas de acceso de productos agropecuarios al mercado dominicano, un reclamo que está siendo levantado desde hace meses por el sector que está sintiendo el rigor de una competencia desbalanceada.
Turismo y crédito
Un segundo canal es el turismo. Los turistas estadounidenses representan poco menos de la mitad del total que arriba al país. Se trata de un porcentaje muy elevado, y su comportamiento depende críticamente del empleo y los ingresos de los y las estadounidenses, lo cual a su vez depende en buena medida de la política macroeconómica, la cual es incierta en este momento.
Un tercer canal es el crédito. Como discutí arriba, lo esperable es que las tasas de interés continúen creciendo, aunque no está claro a qué ritmo. Esto hará más caro para el Gobierno dominicano endeudarse en el exterior, incrementando la carga de la deuda pública. También empujaría al Banco Central a “apretar la tuerca” y subir las tasas de interés. La única escapatoria a esto es que el gobierno de Trump busque persuadir a la Fed en el sentido de al menos prolongar el estado actual de la política a fin de no sacrificar crecimiento y no encarecer la deuda de ese país, pero esto parece muy dudoso dado el perfil de quienes conformarán el gabinete económico de Trump.
Migración y remesas
Un cuarto canal son las migraciones y las remesas. Las amenazas de deportaciones han asustado a muchos, pero, aunque haya un endurecimiento en esta área, es poco probable que haya efectos importantes para el país. El número de nuevos migrantes se ha reducido en los últimos años, la proporción de dominicanos y dominicanas indocumentadas en Estados Unidos es menor que las de originarios de otros países, y el flujo de remesas depende más que nada del estado del mercado de trabajo y de la economía.
En síntesis, aunque hay incertidumbre sobre la dirección e intensidad de algunas políticas de Trump, es improbable que veamos cambios drásticos con efectos inmediatos sobre el país.
La preocupación debe ser más bien general, sobre el tipo de fuerzas que el discurso y el triunfo de Trump estarían desatando a nivel global. Fuerzas que, alimentadas por la exclusión, la marginación, la desconfianza y el “miedo al otro” de muchos, fomentan la xenofobia y el racismo. Fuerzas que levantan muros, dividen, y fomentan la violencia. Ese es el verdadero y peligroso eco del trumpismo.