¿Quién es ese Juan P. Duarte cuyo nombre le ha sido puesto a una de las principales estaciones del metro, ubicada en la esquina de las avenidas Máximo Gómez y John F. Kennedy? ¿Será un descendiente del patricio? ¿O acaso es un primo desconocido suyo, cuyos aportes a la patria no han sido todavía divulgados? ¿Es el inventor de algún aparato que ha cambiado la vida de alguna comunidad? ¿Un inventor? ¿Se llamará Juan Plutarco, Juan Petronio o Juan Petronilo?
Me imagino que no será el fundador de la República porque en el lugar donde se ubicó el nombre de la estación hay suficiente espacio para el nombre completo del más grande dominicano que haya nacido. Los libros de textos no hablan de un Juan P. Duarte, sino de Juan Pablo Duarte. Así se le conoce y respeta y así, sin abreviarlo, debe figurar donde quiera que su nombre honre una plaza, una escuela o una calle.
Algunos lectores, si los tengo, pensarán que se trata de algo carente de importancia y que estoy haciendo una tormenta de un vaso de agua. Pero se trata del creador de la nacionalidad dominicana y ya es suficiente con que irrespetemos la bandera nacional, usando indistintamente dos tonalidades del azul a veces ambos distintos al que corresponde a los cuadrantes superior izquierdo e inferior derecho, como si no se tratara del mayor de los símbolos patrios, lo que crea mucha confusión porque equivale a decir que la bandera puede ser cualquier cosa, una tela con tres colores. Una forma de irrespeto que adquiere dimensión cuando la vemos ondear en edificios públicos, una del lado de la otra, como si se tratara de dos banderas de países diferentes.
Espero que no sea mucho pedir que la alcaldía de la ciudad se tome un poco de su tiempo y coloque en la citada estación del metro el nombre completo y correcto del patricio Juan Pablo Duarte. Y que entendamos que hay valores que merecen reverencia en los nombres de quienes han sabido honrar la tierra en que nacieron.