Los adolescentes necesitan entre ocho y nueve horas de sueño cada noche. Lamentablemente, muchos de ellos no duermen lo suficiente. El déficit de sueño repercute en todos los aspectos de su vida, desde concentrarse en clases hasta en su estado de ánimo.
Hasta hace poco, los adolescentes solían tener mala fama por quedarse despiertos hasta tarde, llegar tarde al centro de estudios por haberse quedado dormidos y dormirse en clase. Pero algunos estudios recientes han demostrado que los patrones de sueño de los adolescentes difieren de los que tienen los niños y los adultos.
Estos estudios han permitido constatar que durante la adolescencia el ritmo circadiano de nuestro cuerpo (una especie de reloj biológico interno) experimenta un reajuste temporal, indicándoles a los jóvenes que se duerman y se despierten más tarde. Este cambio en el ritmo circadiano parece deberse al hecho de que la melatonina, una hormona del cerebro, se produce más tarde por la noche en los adolescentes en comparación con los niños y los adultos. Esto puede dificultar que los adolescentes concilien el sueño temprano por las noches.
Esas diferencias en el ritmo circadiano coinciden con una etapa en que los adolescentes están más ocupados de lo que lo habían estado en años anteriores. Para la mayoría, la presión de rendir en los estudios es mucho mayor que la que tenían durante la infancia y es más difícil aprobar sin estudiar muchas horas. Además tienen otras ocupaciones que les llevan tiempo: desde las actividades extraacadémicas, hasta tener que trabajar para ahorrar dinero para la universidad.
Dormir poco puede afectar la salud
La falta de sueño se ha relacionado con el desarrollo de problemas emocionales, como los sentimientos de tristeza y depresión. Además, dormir poco no nos ayuda a mantenernos sanos y tampoco nos permite recargar las energías después de realizar las actividades diarias, que generalmente nos agotan.