Decía don Martín de Riquer que el modo en que ha de leerse el Quijote es simple “No hay que buscarle los tres pies al gato. Basta con ir leyéndolo tal como aparece escrito, sin pensar en otras cosas, en símbolos…”. Esto, la simbología en el Quijote, y otros muchos malentendidos son obstáculos para que mucha gente no se lance a leer el texto icónico del castellano. El Quijote es una narración de aventuras y, sobre todo, desventuras, de un señor que pierde la cabeza por atiborrarse de historias fantásticas que las da como ciertas y realizables.
Hoy en día tenemos personajes muy parecidos en los clubes de fans de las sagas Guerra de las Galaxias, Harry Potter o Matrix. Son parecidas narraciones de aventuras divertidísimas que muchos las pueden tomar como simples tonterías o como soluciones a los enigmas del universo. Aunque no hay dudas, nos dice Francisco Rico, de que en esas sagas y en Don Quijote de la Mancha existen mundos remotos, llenos de seres maravillosos, magos y monstruos, autómatas y gigantes llenos de nítidas jerarquías e infranqueables barreras entre el bien y el mal. En donde la identidad falsa reemplaza a la verdadera, y en donde duele mantener la fe en los ideales, aún a sabiendas de que sirven para poco en el mundo real de todos los días. Habla de decadencias, sin ser decadente.
“Pidió las llaves a la sobrina del aposento…” es una frase que podemos leer en el principio del capítulo VI. Frase que cualquier maestro de escuela le corregiría a un alumno de primaria. Cervantes la usa sin más, como usa otras frases gramaticalmente incorrectas en la narración. Porque el Quijote está hecho más para narrar una historia atractiva que para ser un tratado de gramática. Creer que la obra de Cervantes es solo un compendio de buen escribir es otro error, si se entiende buen escribir con hacerlo con las correcciones propias de académicos de otros tiempos o con las rigideces de quienes quieren impresionar con bulto más que transmitir emociones e ideas.
En este 2015 se cumplen los 400 años de la segunda parte del Quijote (1615-2015). Al igual que las sagas cinematográficas mencionadas, el Quijote tuvo una segunda parte en donde se cambian los papeles y don Quijote era mas sensato, y su escudero era el iluso soñador. Y sí, contrario a lo que se acostumbra, esa segunda parte es tan buena como la primera. Aunque quizás no es la segunda parte, sino la tercera, porque Fernández de Avellaneda se encargó del marrón de hacer una segunda parte sin autorización, sin gracia y sin el genio de Miguel de Cervantes.