Con 63 años de edad, este médico que había superado tantas adversidades, dona en 1947 casi todo lo que había ahorrado, 40,000 pesos, para la construcción del Instituto Contra el Cáncer. Nació en Santo Domingo el 16 de marzo de 1884. Sus primeros años fueron marcados por el cariño de sus padres y abuelos y las carencias económicas. Trabajó en una imprenta, fue soldado, y a fuerza de voluntad, logra inscribirse en el Instituto Profesional, en donde se gradúa de licenciado en Medicina y Cirugía. En su autobiografía relata que en el momento de aprobar su tesis, experimentó una gran emoción y escribió: “Esa tarde abrí, anchas, las puertas por donde entraron y salieron triunfantes otros exmilitares y todos los dominicanos o extranjeros de cualquier raza que, después de mí, alcanzaron y siguen conquistando diplomas académicos para honra de ellos mismos y de mi amado país”. Tal fue el grado de escollos y dificultades que tuvo que superar.
Trabajó en distintas comunidades del país entre los años 1910 y 1920, acumulando experiencias y aplicando sus conocimientos. En Nagua, Samaná y San Francisco de Macorís, diagnosticó y trató exitosamente casos difíciles, que le valieron una gran reputación en toda esa zona del territorio nacional.
Joven inquieto e investigador, viajó en varias ocasiones a Europa a estudiar Puericultura en la Universidad de Berlín, en Francia, trabajó directamente en la sala de Pediatría del Hospital Trousseau, donde obtuvo el título de Doctor en Medicina. Su trabajo de tesis lo hizo acerca del cáncer de pulmón.
Era un hombre extremadamente culto, musicólogo y fotógrafo; de hecho fue de los primeros en presentar en una exposición fotos a color en Santo Domingo. Supo aprovechar todas las oportunidades que la vida en Europa le brindó. Compañero de estudios de Luis Eduardo Aybar y Abel González Quezada, fue parte de una generación médica de tremendo impacto en nuestro país.
Se desempeñó como docente, siendo profesor de las cátedras de Patología Médica, Anatomía Patológica, Química Médica, Bacteriología, Historia de la Medicina, y otras. A sus estudiantes les inculcó la importancia de conocer la historia y de tener sus propios criterios.
En 1923 inicia la lucha contra el cáncer, escribiendo numerosos artículos en revistas médicas y periódicos como La Nación y el Listín Diario. Era un profesional con estricto apego a la puntualidad y la formalidad, que obtuvo gran éxito profesional y que dedicó casi todo lo que produjo económicamente a obras de bien, ya que además del Instituto Contra el Cáncer, tenía una casa socorro en el Santo Cerro para niñas huérfanas. El “Milagro de la Caridad” ha brindado asistencia a miles de dominicanos sin recursos afectados por la terrible enfermedad del cáncer. En ocasión del ciclón San Zenón, pese a las lesiones que sufrió su hija Carmelina, abrió su casa y consultorio para tratar a pacientes necesitados; particularmente, se preocupó por los que fueron afectados por tétanos.
Escribió el libro “Apuntes de Cancerología”, que fue reeditado en varias ocasiones. Fue uno de los médicos dominicanos más reconocidos en el extranjero, lo que se comprueba con los reconocimientos que recibió en Francia como Oficial de la Légion d’Honneur, Oficial de L’Instruction Publique, Palmas Académicas. En República Dominicana, Comendador de la Orden de Juan Pablo Duarte. Ocupó un puesto en la sección financiera de la Unión Universal contra el Cáncer, y fue miembro de The Royal Society of Medicine, de Londres. Recibió en Roma la Medalla de Oro de la Academia Tiberina.
Científico y filántropo, la vida del doctor Heriberto Pieter es un ejemplo a seguir por su dedicación a los mejores intereses humanos.