Cada etapa no superada se convierte en una piedra enorme atada al cordón del retroceso, reclamándonos ir de vuelta al pasado y dejar resuelta cada tarea inconclusa. Frustración, pesar y confusiones son nubes muy oscuras que amenazan un nuevo comienzo. Por ello toma en cuenta a Dios, relájate, recupera energías y créele, porque el agotamiento que proviene del dolor trae la peor de las amarguras y hace que veamos las piedras del camino como montañas inalcanzables.
La amargura es el resultado de un pasado sin superar, el afán es el anestésico para un presente lisiado, pero la fe es la miel que cambiará los sinsabores con que te bombardeó la adversidad. Aunque el mal no descansa, el bien nunca se cansa. ¡Dios desmontará la red que amuralló tu horizonte!