Apesar del masivo descontento, el paquete tributario fue o será aprobado sin cambios sustanciales. En adición a la resistencia natural a pagar más impuestos, el enojo público se origina porque los nuevos ingresos irán a financiar un gasto que tiene a todo el mundo insatisfecho, menos a la clientela partidaria y empresarial.
Aunque hubo un amago de negociación, ésta no prosperó por la desconfianza imperante respecto al Estado y su comportamiento. Ese fue el origen principal de la resistencia de los sectores organizados a suscribir un presupuesto del tamaño propuesto por el gobierno para 2013. La discrepancia no era técnica sino política en el sentido puro de la palabra; los sectores organizados de la sociedad objetaron el comportamiento del Estado. De haber sido técnica, las diferencias se hubiesen negociado.
En ese sentido, el debate sobre la viabilidad o las consecuencias en el crecimiento de un presupuesto de uno y otro tamaño es uno menor. El fondo de la discusión es el tipo de Estado que queremos, su rol en la sociedad y el tipo de fiscalidad que se necesita.
Pero la aprensión era muy grande, especialmente después del grosero desborde presupuestario de 2012, cuya motivación fue altamente ilegítima, que fue posible gracias a violaciones a procedimientos, leyes y normas, cuya responsabilidad recae en parte en algunos de los más conspicuos funcionarios del actual gobierno. Para ponerle una cereza en la cima, el impacto del astronómico aumento del gasto en el crecimiento y el empleo fue imperceptible, y hace suponer a más de uno que el dinero fue a parar a pocas manos y que se fugó en importaciones y ganancias exageradas.
A pesar de ello, la sociedad tiene forzosamente que volver sobre el tema de la fiscalidad y el gasto. Y lo tiene que hacer movilizándose y exigiendo. La experiencia de la campaña del 4% demuestra que sin movilización no es posible alcanzar metas socialmente relevantes y deseables. Como dice el Informe de Desarrollo Humano 2008, no hay razones para suponer que las élites políticas cambiarán su comportamiento de manera espontánea. Sólo lo harían si su accionar está sometido al escrutinio público y si tiene consecuencias políticas.
Esto requiere una ciudadanía movilizada y dispuesta a actuar premiando a quienes se comprometan y actúen en la promoción de una agenda común, y penalizando a quienes no.
No obstante, también hay que estar en disposición de dialogar e involucrarse. En el contexto actual, la movilización y la interlocución son las dos caras de la acción para el cambio. En ese marco, si el gobierno tiene intenciones reales de sanear la fiscalidad y de que eso les sea reconocido, algo sobre lo que no pocos dudan, deberá contar con la participación de la ciudadanía en el proceso de reforma de la gestión fiscal y del presupuesto. Para ello deberá apostar a construir alianzas con actores con los que comparte metas, y estar dispuesto a vivir tensiones con sectores perdedores. En pocas palabras, deberán optar entre gobernar con los de siempre y seguir reproduciendo el estado de cosas, y construir nuevas alianzas de gobernabilidad.
Sin embargo, para construir alianzas y fortalecer la confianza hay que dar nuevos pasos que conciten un apoyo público más amplio, como proponer la eliminación del barrilito y del cofrecito para el presupuesto de 2013.
Adicionalmente, superando los sinsabores recientes, el gobierno debería llamar al diálogo para un pacto fiscal verdadero. Eso demostraría que el interés no es sólo recaudatorio sino que tiene reales intenciones de transformar el gasto.
Simultáneamente, la sociedad organizada deberá demostrar capacidad técnica y madurez. Más allá del esencial reclamo contra el clientelismo, la corrupción y el dispendio, debe reconocer que la transformación del fisco no depende sólo de la voluntad sino que el Estado es una maquinaria compleja y que el proceso de saneamiento fiscal no es tan simple ni de corto plazo. También tiene que estar dispuesta a participar y contribuir.
Es cierto que, en el corto plazo, ese camino es difícil, pero a la larga es ineludible. Habiendo impuesto el paquetazo con pocos miramientos, es al gobierno a quien le correspondería dar el primer paso. Lo que haga en lo inmediato revelará su intención real.