El poeta americano Max Ehrmann escribió en 1927, Desiderata, que es una especie de catálogo de deseos y aspiraciones para llevar una vida plena y feliz.
Ese poema se universalizó por la fuerza de su sencillez y humanidad. Lo deseado en esas aspiraciones son la base de la especie humana para seguir el camino en el llamado “valle de lágrimas” que es la vida.
Todo comienzo de año nos proponemos cambiar o mejorar, hacemos nuestra lista de cosas para hacer o no hacer. A veces la lista es demasiado larga para ser sincera o realizable.
Quizás lo mejor es hacer una lista lo más corta posible para que sea medianamente posible de llevar.
Para cualquier proyecto de vida es imprescindible que se tome en cuenta que los otros existen, que no se está solo en el mundo.
El convivir en armonía es básico para ser feliz; pero eso es lo difícil, convivir. Una profundización del yo que elimine la “mala fe”, y, parafraseando a Sartre, dejar de pensar en que el infierno es la mirada de los demás.
Y es que el cielo y el infierno están en uno, y que aflore uno u otro es el trabajo a realizar, es el desideratum mayor. Corren tiempos de confusión, de pérdida de fe en valores que se creían sólidos: Dios, Marx, Buda, el arte o el amor.
Corren tiempos de introspección para ver qué o quién resiste. Eso es bueno. De cómo llevemos estos tiempos se verá de qué estamos hechos. Los tiempos son hechos por nosotros, y como dijo Borges “A mi padre le tocó vivir, como a casi todos los hombres, tiempos difíciles”.
Y, hay que repetirlo, eso es bueno. Eso obliga a resistir, a crear, a pensar un mundo mejor.
En nuestro país se vislumbran tiempos más difíciles todavía. Hay grupos construyendo un Estado inviable. Un Estado pensado, diseñado y armado para el blindaje de personeros que han pensado que el país comienza y termina con ellos. Los hechos y “nombramientos” recientes indican que por ahí van los tiros.
Tenemos que desear que les fallen los cálculos. Que se imponga la cordura, y que prevalezca el Estado plural, democrático y de derecho que estábamos construyendo hasta hace poco.
Tenemos que desear que las ambiciones desmesuradas y las alucinaciones de grandeza y predestinación acaben y prevalezca la realidad.
Mientras, para que podamos decidir, actuar y planificar nuestro porvenir parafraseemos a Ehrmann en su Desiderata y caminemos plácidos entre el ruido y la prisa y pensemos en la paz que se puede encontrar en el silencio. Pero que ese silencio no sea el silencio obligado por otros, sino nuestra decisión.