En esta vida es fácil perderse en el laberinto de los afanes, las vanidades y el activismo.
Ordenar sabiamente nuestras prioridades y mantener el enfoque, resulta todo un reto; el cansancio y la ansiedad pueden acabar abatiendo brutalmente nuestra comunión con Dios y por ende debilitarnos espiritualmente, al punto de que cualquier golpe nos derribe.
Pero cuando un suspiro te traicione y tu carne no resista, si tu paz se va muy lejos, y el sudor te arrastra el llanto, aún si tus temblores te humillan, Jesús permanecerá a tu lado, y reencontrarás tu corazón en la sonrisa del maestro, comenzarás a saborear felicidad y paz profunda. Bajo sus alas recibirás su comprensión, protección y cálida ternura.
¡Él no te deja!