El hombre que se limita al pensamiento suyo y de otros hombres genera decisiones frías y hasta peligrosas, pero cuando consulta a Dios es incendiado por las llamas de Su sabiduría y sus actos traspasarán generaciones. El fuego de Dios nos convierte en hoguera viva, fe latente al compás de Su corazón. Semejante a la luz de los caminantes de las frías noches del desierto, que avanzan contra tinieblas, hilvanando la senda entre sus pies. Viajeros indetenibles, fundidos en la bruma, donde el fuego de sus antorchas destaca el sendero con dorada esperanza a los rezagados y perdidos. ¡Las decisiones que emanan del corazón que se ha inclinado ante el altar del Dios Omnisciente, son el combustible para las grandes conquistas!
¡Decisiones doradas!
El hombre que se limita al pensamiento suyo y de otros hombres genera decisiones frías y hasta peligrosas, pero cuando consulta a Dios es incendiado por las llamas de Su sabiduría y sus actos traspasarán generaciones. El fuego de Dios nos convierteR