Dajabón se mueve al compás de un activo comercio binacional

DAJABÓN.- Son las 8:15 de la mañana de un viernes de mercado, y a partir de entonces, hasta las cuatro de la tarde, Dajabón, la ciudad fronteriza de mayor esplendor y desarrollo, pierde durante esas horas su dominicanidad para as

DAJABÓN.- Son las 8:15 de la mañana de un viernes de mercado, y a partir de entonces, hasta las cuatro de la tarde, Dajabón, la ciudad fronteriza de mayor esplendor y desarrollo, pierde durante esas horas su dominicanidad para asemejarse a Ounaminthe (Juana Méndez), su vecina haitiana.Desde el instante en que se abre el portón de hierro del puente sobre el río Masacre, una enorme masa humana cruza, cargando y arrastrando toda clase de mercancías para venderlas entre ávidos compradores de aquí y los que han venido de lugares tan distantes como Santo Domingo y La Romana.

La ciudad, ahora con todas sus calles asfaltadas y hermosamente trazadas, se mueve al compás del ritmo que marca el comercio.

La estructura de cemento y de acero del recién construido puente resiste el peso de este continuo tránsito de peatones, camiones y carretillas, el punto intermedio del denominado “Corredor Norte”, un proyecto promovido por la Unión Europea y que en el futuro enlazará a Cabo Haitiano con Santiago de los Caballeros.

El extremo oeste de Dajabón no da abasto para el desplazamiento de tanta gente que ha tomado las aceras y todo espacio libre disponible para ofertar una gama de mercancías, nuevas y usadas, que van desde zapatos, tenis, relojes, radios, cortinas, televisores, calderos, ollas, cucharas, celulares, computadoras, camisas, pantalones, franelas, cepillos dentales, perfumes, desodorantes, correas, fósforos y una inacabable lista de baratijas.

Mientras, para cargar hacia Haití hay otra larga relación de productos: arroz, huevos, sopitas, refrescos, aceites, vegetales, víveres, habichuelas, guandules, embutidos, arenque, bacalao y pasta de tomate.

Es un mercado que comenzó tímidamente como un “muro de contención” ante el recurrente desabastecimiento de alimentos en el vecino país, pero que ya mueve entre 10 y 15 millones de dólares los lunes y viernes, según cálculos hechos por las autoridades locales.

El nuevo local que construye la Unión Europea se observa imponente. Se prevé su inauguración para finales de febrero, aunque desde ya se teme que sus instalaciones resulten insuficientes para albergar, en su interior y en el amplio espacio exterior acondicionado, tan extraordinario tráfico de gente procedente de ambos lados de la frontera.

Al acecho de un eventual contrabando, vestidos de civil, militares de los servicios de inteligencia y agentes antidrogas no quitan la vista a bultos, sacos y al movimiento de cualquier haitiano que les resulte sospechoso.

En el mismo afán están, en el otro lado, policías haitianos y los “cascos azules” uruguayos que forman parte de la Misión de las Naciones Unidas para la Estabilización de Haití (Minustah).

Cada día de mercado más de un haitiano o dominicano quiere pasarse de “listo”, pero termina en la cárcel, ya sea por un intento de pasar droga o alguna arma de fuego.

“Meten armas o droga en el fondo de los bultos, en sacos o en las mochilas. Muchos logran pasarlas, otros presentan un perfirl sospechoso y casi siempre los atrapamos. Hay que estar al acecho, son muy vivos”, comenta un oficial del Ejército adscrito a la seguridad fronteriza.

Comentarios

La venta está regular, no como el lunes pasado, pero siempre uno pica algo. Si hay dinero la gente compra”.
Daniel Michel
Vendutero

Vengo todos los días de mercado. Compro en Juana Méndez ropa usada y la traigo aquí para venderla”.
Aney Vase
Vendutero

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