La educación “bancaria” (como nos la definió tempranamente Paulo Freire) se opone a la educación “inquisidora” (aquella que emula el quehacer de los científicos que analizan y reconstruyen los procesos del mundo “real”).
La primera se ejemplifica por la multiplicación de los conocimientos, mientras que la segunda se basa en las “destrezas” del método y el quehacer científico.
Las demandas provienen de los cambios en el mercado laboral: las exigencias competitivas del mercado capitalista llevadas a las universidades y al sistema educativo.
En un primer acercamiento al tema, las preguntas de investigación de Guilamo, en el marco de una tesis doctoral, fueron las siguientes: 1. ¿Qué concepciones existen en la literatura especializada acerca de las competencias profesionales en diferentes universidades? 2. ¿Cómo distintos informantes valoran determinadas competencias basadas en la revisión teórica, atendiendo a la importancia que atribuyen a cada una de ellas y a sus perspectivas sobre el grado en que fueron enseñadas? 3.
¿Cuál es la valoración que tienen los estudiantes y egresados de los contenidos de las asignaturas, la metodología y la evaluación utilizadas por los profesores con relación al desarrollo de las competencias estudiadas? Las respuestas y los resultados: La revisión de una amplia literatura sobre el significado de «competencia» constata el acuerdo de un elemento conductual: “la posesión de una competencia implica exhibir un comportamiento acorde con ella”.
Es como una referencia al “saber hacer”, que es el buque insignia de la cultura tecnológica. Además, hace referencia a comportamientos y actuaciones integradas, a su vez, por valores y criterios éticos. O sea, se mantienen elementos como el relativo al desempeño; que implica un saber, saber hacer y saber ser; y, que se refiere a una capacidad movilizadora para responder a situaciones cambiantes. Por lo tanto, “las competencias no se adquieren exclusivamente durante la formación académica, sino que las personas tienen un potencial que van desarrollando a lo largo de su vida, sin que podamos separar tan fácilmente una dimensión de la otra”. (Guilamo, 2013, p.42). l