Una vez Sarah Jessica Parker dijo que los 30 era lo mejor que le había pasado en la vida, porque ya dejas de cometer estupideces, eres más madura y te vuelves más interesante. Lo cierto es que es a partir de la tercera década es cuando es necesario reinventarse y eso es precisamente lo que descubrió el legendario restaurante Maniquí al acercarse a esta edad.
Para muchos, este lugar ya se había vuelto prácticamente una leyenda urbana, un pueblo fantasma del que todos hablan, pero que nadie se atrevía a pisar. Por eso, cuando comenzó a volverse el sitio preferido de las actividades sociales, algunos pensamos ¿Y eso está vivo?
Pues así es, Maniquí hoy hace honor a su nombre y se convierte en todo un rincón dedicado al mundo de la moda, los flashes, paparazzis, alfombra roja, las luces, el backstage y en especial de la elegancia. ¿Qué pasó? Te cuento que el arquitecto Javier Rafel, acostumbrado a trabajar desde cero y de borrar toda huella de los espacios que remodela, decidió más bien mantener la esencia de su nombre y a partir de ahí crear lo que es hoy.
Con dos terrazas ideales para celebrar cualquier cumpleaños, este lugar da la bienvenida por dos entradas. Si lo que quieres es divertirte sin estrés con tus amigos y poder reírte sin molestar al que cena, estos son los ambientes ideales para ti, por su frescura, ambiente relajado y su vanguardista diseño, que inspira a disfrutar de un buen trago y algunos entremeses.
Si lo tuyo es la elegancia y el glamour, prepárate para entrar en un gran escenario donde te conviertes en estrella. La puerta se abre y te encuentras con una larga alfombra roja, extendida por todos sus pasillos, mientras arriba están las luces y el bar te espera una estampida de fotógrafos apostados en las paredes. El verdadero protagonista del lugar es precisamente el maniquí, que resalta en los escaparates, en las esquinas, en las mesas.
Todos los detalles fueron cubiertos y aprovechados al máximo por su creador, tanto que dice que “desde el exterior su techo “Paraboloide” , fue la pieza principal de inspiración arquitectónica, remarcándola y reforzándola, mientras que internamente, fue revestido por material adhesivo fotográfico en coloraciones sepia, en alusión a la historia de la moda, pasando esta a ser la musa inspiradora del interiorismo”.
La idea de diseñar un pequeño escenario, permite las presentaciones musicales y shows en vivo. Por el momento, cuentan los lunes con la participación de Guarionex Gautreaux, los jueves está el grupo cubano Son uno y los viernes, la bossa nova de Giacomo Marano.
El restaurante también consta de dos salones VIP, uno de ellos, el más elegante, con capacidad para 20 personas y con su propia cava. El otro, permite unos diez comensales, su ambientación es la de un taller de costura, en el que destacan conos de hilo, botones, patrones y centímetros. Ambos espacios tienen acceso independiente al escenario, para que puedan disfrutar de los espectáculos sin tener que salir del salón.
Su menú es una fusión, amparado siempre en la gastronomía dominicana. Es por eso que se puede encontrar un moro con chivo, batata o yuca frita y puré de sepa de apio, todo presentado de una forma totalmente diferente y que muchas veces provoca una explosión de sabores en el paladar. El responsable de la locura gastronómica que se desata allí es su chef ejecutivo, Agustin Flores.