Cuando las mariposas no volaron

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Obligadas a punta de pistola a desmontarse del jeep Land Rover en el que regresaban a Salcedo por cinco matones que bloquearon el paso de la antigua carretera Duarte, con un carro “cepillo” atravesado en el puente Marapicá, las víctimas fueron metidas a empujones a una casa de adobe y caoba situada en las inmediaciones de La Cumbre.Allí, un día como hoy, hace 51 años, aguardaba a los matones el capitán Alicinio Peña Rivera para asegurarse que esta vez se cumpliera el macabro plan de asesinar a las hermanas Patria, Minerva y María Teresa Mirabal y de Rufino de la Cruz, no sólo un chofer, sino un amigo solidario de la familia, consciente del riesgo que asumía.

Ciriaco de la Rosa, quien llegó a Santiago una semana antes para coordinar el crimen, asignó una víctima por cada uno de los cuatro matones, tras recibir la orden del exterminio impartida por Peña Rivera, a la sazón jefe en el Cibao del Servicio de Inteligencia Militar (SIM).

A palos y con pañuelos apretados al cuello para apagar los quejidos, se consumó la matanza.

Luego, tiran los cadáveres al jeep que fue empujado al precipicio, mientras, en la prisa de la impunidad, los asesinos huyeron del entorno cómplice.

“Dos días después, en la página 9 del diario El Caribe, el periodista Domingo Saint Hilaire hijo, escribíaa desde Santiago una crónica con el lead de una pirámide construida con retorcidos datos policiales: “El conductor de un jeep y tres hermanas que viajaban como pasajeras murieron, al precipitarse el vehículo por un abismo de 50 metros de profundidad, en la vía que enlaza la carretera de Luperón con la autopista Duarte”. (El Caribe, página 9 del 27 de noviembre de 1960).

Cuando se celebró el juicio a los asesinos, en junio de 1962, De la Rosa, parado ante el juez Osvaldo Soto, quien conoció el expediente instrumentado por el fiscal del Distrito Nacional, Rafael Valera Benítez, confesó fríamente: “Después de apresarlas, las condujimos al sitio cerca del abismo, donde ordené a Rojas Lora que se llevara una de las muchachas. Cumplió la orden en el acto y se llevó una de ellas, la de las trenzas largas (María Teresa). Alfonso Valerio eligió la más alta (Minerva); yo elegí a la más bajita y gordita (Patria), y Malleta, al chofer, Rufino de la Cruz. Ordené a Pérez Terrero que permaneciera en la carretera para que avisara si se acercaba algún vehículo o alguien que pudiera enterarse”.

En esa ocasión en que declaró al tribunal, sin que en su ceño se advirtiera señal de arrepentimiento, acaso sí de satisfacción, el confeso asesino relató que se dirigió a Peña Rivera con la siguiente expresión: “Señor, misión cumplida”.

En su libro “Trujillo y yo” (página 68), Jhonny Abbes García, que en ese entonces no dirigía el SIM porque estaba al frente de las agresiones contra la jerarquía católica, refiere que el general José René Román Fernández (Pupo), secretario de las Fuerzas Armadas, instruyó al mayor de la Marina, Candito Torres Tejada, titular interino del SIM, para que asumiera personalmente la operación. l

Acciones previas a los asesinatos

El 18 de mayo de 1960, Minerva y María Teresa fueron juzgadas y condenadas a tres años de prisión por “atentar contra la seguridad del Estado”. En el mismo juicio fueron condenados Manolo Tavárez Justo y Leandro Guzmán, esposos de Minerva y María Teresa. Los cuatro comenzaron a purgar sus condenas en la cárcel de La Victoria, pero el 9 de agosto, en un gesto extraño de la dictadura, las dos hermanas fueron puestas en libertad.

A finales de ese mes, Manolo y Leandro fueron trasladados a la cárcel de Salcedo, aunque no habían transcurrido dos semanas cuando se les confinó en la cárcel de Puerto Plata, alegándose que el régimen había descubierto un arsenal de armas en manos de dirigentes del Movimiento Revolucionario 14 de Junio.

En realidad, el plan criminal contra las hermanas Mirabal había sido puesto en marcha. Se buscaba eliminarlas en una de las visitas a sus maridos, plan que se frustró el 18 y el 22 de noviembre porque en ambas ocasiones los esbirros argumentaron que las Mirabal andaban en compañía de niños. De ahí que el propio Peña Rivera supervisara el fiel cumplimiento del plan.

CIRIACO DE LA ROSA
Jefe del grupo de matones

Ciriaco de la Rosa llegó a Santiago en un “cepillo” del SIM el 15 de noviembre y ese mismo día constató a Ramón Emilio Rojas Lora, Alfonso Cruz Valerio, Néstor Antonio Pérez y Emilio Estrada Malleta, de origen cubano, para llevar a cabo los asesinatos.

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