La selección de la o el acompañante de Danilo Medina podría devenir en un acontecimiento relevante, que podría trascender más allá del convencionalismo que la tradición y la Constitución misma atribuyen al segundo a bordo, para muchos una figura decorativa de la cual sólo se espera que “no reste”.
En la medida en que la candidatura de Hipólito Mejía, tenida a menos por un sector del oficialismo durante la precampaña del Partido Revolucionario Dominicano (PRD) cobre fuerza, ese factor podría tornarse dramático.
Con la decisión del Partido Reformista Social Cristiano (PRSC), de acudir solo a los próximos comicios, todo movimiento vinculante a la candidatura vicepresidencial del PLD reviste importancia. Debe tenerse en cuenta que la resolución de la asamblea reformista se lleva -aún sea provisionalmente- al Bloque Progresista, toda vez que los reformistas son la principal fuerza de ese grupo de aliados. Y si a ello se agrega que ya la Alianza por la Democracia (APD) también formalizó su separación, entonces la cuestión adquiere una dimensión trascendente.
Y siendo así, el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) deberá ser muy cauto. Sea que valore la candidatura vicepresidencial como un factor de negociación con fuerzas externas o como un elemento de cohesión interna, en atención a quienes participaron en las primarias. Mientras más se aletargue la decisión, mayor será la expectativa.
Naturalmente, habría que considerar los pros y los contras en función de la persona a escoger. Si el asunto es abordado desde la perspectiva de la cohesión interna, probablemente las mentes se orientarán hacia la Primera Dama de la República. Si se analiza desde la necesidad de ampliar la base de apoyo popular y de conjugación de fuerzas políticas y sociales, quizás también habría que mirar hacia adentro.
Margarita Cedeño de Fernández puede igual ser considerada como una opción, pero en ese mismo terreno se puede colocar a Francisco Domínguez Brito, y no en función de los resultados de las primarias peledeístas, sino porque representaría a la potente región del Cibao y quizás resulte del agrado de la Iglesia Católica. Una tercera posibilidad podría surgir en la sociedad civil. Una personalidad suficientemente atractiva que complemente la fórmula del PLD, de modo que pueda insuflarle un aliento adicional. ¿Quién podría ser esa hipotética personalidad? La respuesta queda a la libre imaginación.
Al margen de esas consideraciones, surgen otros elementos, vinculados a la tradición política criolla. Una revisión de la personalidad y la fuerza de las personas que han acompañado propuestas presidenciales exitosas sugieren determinados factores que jamás pueden ser subestimados, no importa que algunas consideraciones superficiales pretendan disminuir la significación y el papel del “segundo a bordo” de la que pudiera ser una propuesta de victoria.
Si nos atenemos a la historia a partir de la reimplantación del sistema electoral en 1966, se descubrirá como una constante que el o la acompañante del candidato presidencial suele ser una persona que ha concitado algún nivel de atención pública o mantuvo una práctica política. Aunque no haya realizado una carrera hacia el poder o el liderazgo político directo o de primer plano, ese dato no disminuye sus condiciones, pero nunca se sabe con propiedad si una personalidad de esa naturaleza estaría en capacidad de resistir una competencia dura, con todas las implicaciones de la confrontación electoral en una sociedad con vocación al canibalismo político.
Aunque la gente suele decir que está cansada de la clase política, cuando se estudia mediante una investigación su verdadero punto de vista, se descubre que aunque la critique, finalmente la aprueba. La historia política reciente demuestra que las personalidades sin arraigo orgánico o vínculos tradicionales con partidos de igual naturaleza, no alcanzan la pegada que debía derivarse de su personalidad, de sus vinculaciones sociales o de su popularidad por su actividad profesional, social o económica.
Leonel y Margarita
Quienes en algún momento plantearon a Cedeño de Fernández como una potencial candidata presidencial del PLD calculaban que ella podía heredar la popularidad del Presidente, o al menos concitar su apoyo, y podía, en consecuencia, convertirse en un polo de poder con capacidad para intervenir en la lucha por la nominación presidencial.
El proceso interno provocó una decantación, y quienes en un momento la cuestionaron, empezaron a proyectarla como potencial acompañante de Medina. En un primer momento la veían como una oportunidad para asegurar el respaldo de su marido a la fórmula. Sin embargo, ante la complicación del panorama político-económico, podría discutirse qué tan conveniente resultaría la fórmula.
Por demás, el presidente Fernández ha expresado claramente su apoyo a Medina. Mientras, la ciudadana Primera Dama no ha expresado interés verificable por envolverse en la competencia. Asimismo, el momento sugiere nuevas complicaciones, como la actitud reformista y la del partido de Max Puig. Sugiere retos para los mejores estrategas de la traba morada.