En el programa “El gobierno de la tarde” escuché decir que la Presidencia de la República debería guardarse la agenda exterior del presidente Danilo Medina para evitar que el obsesivo protagonismo del expresidente Leonel Fernández no entre en competencia mediática con la actividad del mandatario en el extranjero.
Si bien no creo que pueda producirse competencia alguna, lo cierto es que se han dado curiosas y frecuentes coincidencias entre los viajes oficiales del mandatario al exterior con irrelevantes eventos de la Fundación Global, que intentan igualárseles en importancia.
Parecería que el presidente del PLD no se acomoda o acostumbra a su papel y que su fama y prestigio, por muchos cuestionados, correspondía principalmente a su condición de jefe de Estado. Tampoco parece haber aceptado que la presencia en los escenarios internacionales como líder de la nación y su máximo representante le pertenece a su sucesor, quien desempeña ese importante rol con la modestia y la sencillez que él nunca exhibió cuando le tocó el turno. De ahí que muchos entiendan que esa obsesión no amerite la agenda oculta que, con evidente ironía, se sugirió en el espacio.
En efecto, en muchos círculos se entendió la reunión de varios expresidentes latinoamericanos en Funglode la semana pasada como una pretensión gemela de la cumbre del Celac a la que asistió el presidente Medina, quien como ha estado haciendo desde que asumió el cargo, estuvo allí sólo el tiempo mínimo necesario, con un mínimo de acompañantes, ahorrándole así al país un gasto innecesario.
Todo esto me recuerda que cuando Raúl Leoni ganó la presidencia de Venezuela, Rómulo Betancourt, que pasaba a ser senador vitalicio, le pidió permiso al Congreso para ausentarse por dos años a fin de que su presencia no le hiciera sombra a su sucesor. Naturalmente, Fernández no es Betancourt y jamás alcanzará a tener su dimensión como líder democrático.