Hambre, enfermedades, frío, dolor, angustia, soledad y melancolía son algunas de las tantas penurias y calamidades por las que día a día, desde que sale el sol, hasta que se oculta, atraviesan los niños, niñas y adolescentes que viven en las calles del país.
Los bancos que adornan los parques de las ciudades de la República Dominicana, los puentes, y aun hasta el más intrascendente pedazo de cartón, son considerados por estas pequeñas criaturas como objetos baluartes en horas nocturnas, ya que debido a la ausencia de un techo cálido que les cobije y una sutil y delicada sábana que les acurruque, estos elementos se convierten en sus mejores aliados y en la opción perfecta para pasar la noche, en la que las brillantes estrellas son su luz y compañeras inseparables. Siempre se ha dicho que los niños, niñas y adolescentes son el futuro de la patria. Pero, ¿a qué se exponen y se enfrentan diariamente?, ¿cuáles adversidades se les presentan con las que tienen que lidiar diariamente?
Merihanny Toribio Rodríguez, psicóloga y presidenta de la Fundación Internacional Cero Niños en las Calles (Funice), explica que estos infantes se enfrentan a una condición de vida muy deplorable para su edad, tienen que aprender a cuidarse por sí mismos y son víctimas de violaciones y hambre y que muchas veces son usados para vender estupefacientes, los cuales en ocasiones consumen, duermen donde les sorprenda la noche, son maltratados y repudiados, incluso por las autoridades, y son víctimas de la miseria y del abandono en todas sus dimensiones.
Expresó, además, que cotidianamente se exponen al peligro de engancharse en colas de guaguas y camionetas para trasladarse de un lugar a otro debido a la carencia económica que sufren.
Sostuvo que es tanta la miseria en que están sumergidos que usan las mismas ropas por un tiempo considerable, que quedan raídas y se les hace casi imposible conseguir vestimenta de recambio.
Toribio Rodríguez dijo que “muchos de estos niños permanecen durmiendo largas horas del día, tirados en las aceras a expensas de que las moscas y las hormigas los ataquen, y lo peor es que a veces pasan días sin comer y sin que nadie se preocupe por ellos”.
“Esto, sin mencionar el maltrato que reciben a diario, cuando las autoridades de vigilancia les quitan sus cajas de limpiabotas, y en fin, son tantas las situaciones peligrosas infamantes a las que se exponen, que para conocer su cruda realidad hay que verlo para creerlo”, explica.
“Rescatándolos, garantizamos el cumplimiento de sus derechos fundamentales, puesto que estos pequeños subsisten a expensas de lo que les traiga el día a día. En ocasiones buscan artimañas para sobrevivir y los más grandes y astutos, pero con iguales necesidades, abusan de los más pequeños quitándoles el dinero que estos han logrado conseguir, ya sea pidiendo, limpiando zapatos o cristales de vehículos en las vías públicas.
Sus vidas están marcadas por el abandono y la desventura, en donde ellos son víctimas no solamente atropelladas, sino peor aún, despreciadas”, agrega Toribio Rodríguez.
Modo de vida
Muchas veces se escucha hablar de las amarguras y el dolor de esos niños, niñas y adolescentes que viven en las calles, pero no es lo mismo oírlo que vivirlo. Al hacer un recorrido por las cuevas del malecón (lugar en que estas criaturas han seleccionado para habitar) se observa su verdadera y desgarrante realidad.
El hedor de heces es la señal que indica que se está próximo a este refugio improvisado.
En estas peligrosas cavernas también habitan delincuentes y personas con escasa moral, lo que implica una mala influencia para los infantes.
Rescate
La Procuraduría Especializada Contra el Tráfico Ilícito de Migrantes y Trata de Personas (Pectimtp), la Policía Nacional, la Coordinación Nacional de Niños, Niñas y Adolescentes de la Procuraduría, y la Policía Turística (Politur), están realizando importantes labores de rescate de los infantes que viven en situación de vulnerabilidad por la falta de sus padres.
Jhonatan Baró Gutiérrez, titular de Pectimtp, manifestó que la labor que realizan es un “combate a la criminalidad”, ya que los menores están expuestos a abusos de personas mayores, consumidores de drogas y malhechores que los pueden convertir en sus sucesores criminales, por lo que tienen que velar por sus derechos para que dejen de ser violados, utilizados y maltratados.
Explicó que el Consejo Nacional para la Niñez y la Adolescencia (Conani), a pesar de tener los denominados Hogares de Paso, los mismos no son suficientes y hace falta recursos para sacar de las calles a tantos infantes que necesitan ser rescatados.
Derechos
Giovanni Hernández, subconsultor jurídico de Conani, señaló que los derechos de los niños, niñas y adolescentes son contemplados por la Ley 136-03 de 2003, la cual establece que tienen derecho al nombre y la nacionalidad, a ser inscritos en el Registro Civil, al contacto directo con el padre y la madre, y también al disfrute de todas las manifestaciones culturales que aporten al desarrollo integral de su persona.
Línea de vida
Hernández dijo que existe lo que ellos denominan “la línea de vida”, que es una línea telefónica gratuita, con el número 809-200-1202, a través de la cual los niños pueden llamar y denunciar cualquier tipo de abuso que se cometa en su contra.
“Al hacer la acusación se protege la identidad de quien la emite y se hace el rescate del menor, dándole ingreso a los Hogares de Paso de Conani con los fines de protegerlo, mientras se realiza una investigación de quiénes ejecutaron el maltrato y de las condiciones en que se produjo el mismo”, informó el abogado. l
Compromiso
“Al rescatar a los niños, niñas y adolescentes se les garantiza no solamente el cumplimiento de sus derechos, sino que se contribuye al futuro digno de la familia, de la sociedad y de la patria, por lo que sería de humanidad que cada ciudadano pueda aportar para que todos los infantes puedan nutrirse de amor, cariño y afecto y del néctar del conocimiento para tener una mejor nación”, dijo Merihanny Toribio .
Una historia dura de contar y superar
Con tan solo 15 años y con un modo de vida no apto para un ser humano, Marcos (nombre ficticio) recuerda, como si fuera ayer, ese preciso momento de su desgarrada vida cuando con apenas siete años se vio en la obligación de tomar la decisión de dejar el hogar donde vivía con unos parientes y lanzarse a las calles para salvar su vida.
Cuenta que todos los días tenía que soportar el maltrato físico y verbal de sus tíos, cosa que no resistió más, por lo que esperó que con ese paso su existencia cambiaría.
Empero, no ha sucedido así, sino que asegura que vive un puro infierno. Sin embargo, alega que es mejor que soportar el ultraje de personas indolentes y pocos éticas como aquellas con las cuales vivía.
Al dialogar con él, sus palabras casi no se entienden y de sus mejillas corren lágrimas de un alma totalmente destrozada, cubriendo su triste y desgastado rostro.
Entre sollozos narra: “Mi madre me abandonó cuando yo era un bebecito de tres años, me dejó en casa de una hermana suya. Ella se fue para Haití y mi tía y su marido me daban muchos golpes. Siempre recuerdo las pelas que me daban con una correa y con un alambre. Eso nunca se me olvida y hasta tengo marcas de las pelas que me daban”.
El mayor porcentaje de los niños, niñas y adolescentes que deambulan en las calles de República Dominicana son de nacionalidad haitiana, hijos de inmigrantes que deciden retornar a su país y los dejan al cuidado de gente que no siente ningún tipo de amor por ellos. Otra situación es que los padres fallecen y no hay quien cuide de ellos.