Si asumimos la máxima que reza que nadie puede dar lo que no tiene, entonces somos conscientes de que lo primero es producir, crear, poseer, para de ahí distribuir, regalar, facilitar o cualquier otra forma de repartir o compartir.El esquema se refleja y reproduce como una constante en República Dominicana, principalmente en materia económica y social. Es una especie de deuda pendiente, que las políticas públicas creadas y aplicadas no han podido saldar en su totalidad.
El libro “El dilema económico de la democracia dominicana, crecimiento, estabilidad y distribución”, del economista Rolando Guzmán, rector del Instituto Tecnológico de Santo Domingo (INTEC), plantea que entre 1961 y 2011 el país redujo levemente sus niveles de pobreza, pero sin embargo no ha sido exitoso en reducir la desigualdad.
La publicación del académico e investigador es un recordatorio al país del pasivo que tiene con los segmentos más necesitados de la sociedad.
El libro del doctor Rolando Guzmán no es el primero ni el único en plantear el poco flexible panorama que presenta el elevado crecimiento económico del país frente a un nivel de pobreza que, comparado con la expansión global de la producción nacional, es elevado.
Un reciente estudio del Banco Mundial, titulado “Para construir un mejor futuro juntos, notas de política de República Dominicana”, también abordó el tema de la diferenciada evolución entre crecimiento económico y pobreza. La investigación del organismo multilateral planteaba que a pesar del excepcional desempeño económico logrado por el país en los últimos 25 años, el “crecimiento no ha sido inclusivo”.
Los hallazgos del Banco Mundial acerca de la inequidad del crecimiento fueron comunes y también exclusivos. “La combinación de alto crecimiento económico y tasas de pobreza persistente puede atribuirse a factores que son únicos a RD”, expone el estudio, y cita entre esas situaciones únicas que el país tiene un mercado laboral que no parece recompensar plenamente a los trabajadores.
Esa afirmación coincide plenamente con nuestra apreciación de que sintonizar crecimiento con reducción de la pobreza no es solo responsabilidad de políticas aplicadas por el Gobierno, sino que debe ser parte de una estrategia país, con la participación activa del sector privado y sus instrumentos.