Nunca entenderé como una persona puede hacer y estar pendiente de tantas cosas en apenas 24 horas que tiene el día. En realidad, 16, si les restamos las ocho que los seres humanos deben dedicar para dormir. Pero de esas 16 horas, pocas, poquísimas quedan para perder el tiempo en cosas sin sentido, como ocuparse de la vida y los asuntos ajenos. Muchos ejemplos podrían ser tomados para explicar lo que decimos. Imaginemos que alguien se levanta a las seis de la mañana, solo tendrá unos 40 minutos para asearse, lavarse los dientes, tomar un café y salir a toda prisa, antes de que lo atrape el taponamiento de las siete de la mañana.
Pese a su gran esfuerzo, pasarán unos 30 minutos antes de que pueda apagar el motor del vehículo en el estacionamiento del trabajo. Allí, permanecerá unas ocho horas, (algunas jornadas son más largas), menos la hora de almuerzo.
No será sino hasta las cinco de la tarde, cuando cerrará las ventanas del computador y apagará el monitor para marcharse a la casa, de la cual salió antes de las siete de la mañana. Basta salir a la calle para saber que entre las cinco y las siete, el tránsito en el país, especialmente en la capital, es un caos. Es lo más parecido a un castigo. Entre frenar y acelerar, se genera un intenso dolor en la pierna derecha, en la espalda, el cuello y la cabeza. Allí, fácil transcurre una hora.
Las seis de la tarde y ¡por fin en casa! Al llegar al hogar, es muy probable que los niños no hayan hecho sus tareas, o te esperen para que les ayudes en una parte difícil del contenido escolar. Ahora solo tendrás tiempo de bañarte, ponerte lo primero que encuentres y sentarte a revisar los cuadernos y libros de tus hijos, corregir los errores y ayudarlos en aquellos puntos en los cuales tienen dudas.
Para cuando termines serán las ocho de la noche, si tienes quien te ayude en la casa, el tiempo no dará más que para cenar, bañar y cepillar los dientes de los niños, supervisar que en las mochilas están los útiles correspondientes al día siguiente, preparar la ropa para ir a trabajar al otro día, tomar un baño e irte a la cama. Ese debe ser el día a día de muchas personas. Entonces, francamente no entiendo, cómo y cuándo pueden encontrar el tiempo para ocuparse de lo que hacen, dicen y hasta adivinar lo que sienten y piensan los demás.