La semana pasada el diario El Nacional se refirió al cambio de actitud del embajador norteamericano, Raúl Yzaguirre, con respecto al más que controvertido tema de la Barrick Gold cuando dijo: “Mi opinión ha cambiado un poco, entiendo que el pueblo dominicano tiene un sentido muy profundo sobre ese tema”.
Las declaraciones del embajador no me sorprenden en absoluto, desde su llegada al país ha demostrado ser una persona de una sensibilidad especial, se muestra preocupado por los temas nacionales y ha demostrado un profundo afecto y respeto hacia los dominicanos. Desde que lo conocí, antes de pasar a ser funcionario público, sentí una real admiración por el señor Yzaguirre.
Siendo vicepresidente ejecutivo de la Corporación Dominicana de Empresas Eléctricas Estatales (CDEEE), me vi en la situación de tener que exigir a la generadora AES, antigua propietaria de la distribuidora EdeEste, que cumpliera su compromiso de entregar energía a esta distribuidora al mismo precio del gas, tal y como se había acordado previamente. En esa ocasión recibí la siempre agradable visita del embajador, conversamos sobre el tema y le expliqué que el asunto se trataba de una diferencia comercial y que el mismo tema sería tratado con apego a lo que establecía el contrato. Luego de las negociaciones mediante las cuales el Estado dominicano logró obtener para EdeEste el equivalente a 440 millones de dólares en energía, en el término de cinco años, realicé una visita de cortesía a Don Raúl Yzaguirre para informarle que habíamos llegado a un acuerdo satisfactorio. Nunca olvidaré que me recibió con un regalo que consistía en tres videos sobre la vida del presidente norteamericano Franklin Delano Roosevelt.
En el caso de la Barrick Gold, es que como país fuimos muy descuidados al momento de firmar un acuerdo que compromete el patrimonio nacional. Muchos recuerdan el contrato con el Consorcio Icantrobas que contenía condiciones poco favorables para el país, por lo que se decidió rescindirlo. El hecho costó al Estado dominicano el pago de 150 millones de dólares como penalidad, además de la represalia de México que dejó de cumplir el convenio estipulado en el acuerdo de San José.
Otro contrato firmado en contra de los intereses del país lo fue el “Acuerdo de Madrid” que contrató la capacidad de generación, evitando así la entrada de nueva capacidad de energía y permitió un sobre margen en los precios del petróleo que encareció el costo del kilovatio, con consecuencias negativas para el Estado y los consumidores.
Todo esto lo traigo a colación para exhortar a nuestros legisladores a que en lo adelante, como representantes de los intereses de todos los dominicanos, sean más responsables al momento de estudiar contratos que puedan afectar el interés nacional. Constituye una gran vergüenza el hecho de que algunos aceptaran no haber leído el contrato de la Barrick antes de votar por la aprobación del mismo. Representantes así debían ser sustituidos por otros de más elevado sentido nacionalista. Particularmente, en lo que concierne a la Barrick Gold, pienso que esta empresa no ha sabido manejarse frente al reclamo justo del presidente Medina.
Nunca debió extender tanto el plazo para compartir las ganancias producidas por la explotación de nuestro oro con el Estado dominicano, aun cuando su precio en el mercado internacional ha disminuido en los últimos días, es todavía muy superior al precio que tenía al momento de la firma del contrato.
Tal y como dice el embajador Yzaguirre, todos tenemos un sentido profundo sobre el tema. Cuando se trata de la concesión del manejo de recursos no renovables a empresas extranjeras o nacionales, el país debe y tiene que obtener el mayor de los provechos. Sin hacer leña del árbol caído, porque es cierto que la empresa Pueblo Viejo ha remediado mucha de la contaminación que generó la Rosario Dominicana, ha hecho una importante inversión en generación eléctrica, debe contribuir a poner fin al impasse actual, no solo por el hecho de ser una demanda de la autoridad superior del país, sino también porque como nación, nos corresponde compartir la riqueza generada por los recursos que la naturaleza nos prodigó. Los ingresos que se generen bien pueden ser dedicados a proyectos de desarrollo social que contribuyan, como es el propósito del presidente Medina, a reducir la pobreza.
Constituye una gran vergüenza el hecho de que algunos aceptaran no haber leído el contrato de la Barrick antes de votar por la aprobación del mismo. Representantes así debían ser sustituidos por otros de más elevado sentido nacionalista.