Los seres humanos pueden cultivar muchos valores: humildad, responsabilidad, honestidad, sinceridad, lealtad… en fin, la lista es larga y faltaría espacio. Sin embargo, ser confiable es una cualidad que entiendo, sólo la generamos cuando nuestra personalidad reúne algunos de los valores antes mencionados.
Ser confiable no es fácil, y es que vivimos en un mundo lleno de farsantes, de hipócritas, de personas que han aprendido a mentir mirándote fijamente a los ojos, mortales que pasarían sin mucho afán la prueba del polígrafo o detector de mentiras. Muchos usarían el calificativo de “mitómanos” para definir a estas personas. Yo no. Yo las considero mentirosas y punto. No me queda la menor duda de que existen personas que mienten por placer, que juegan con ello a ser superiores, que se creen más inteligentes que los demás. Eso me da risa. No es más que una prueba fehaciente de inseguridad. Hace tiempo escuché que la verdad es como el corcho, siempre flota, y que “nada bajo el cielo queda oculto”. Todo se sabe. Unas veces temprano, otras veces más tarde.
Detesto la mentira y, por ende, a los mentirosos, pero no porque crea ser la personas más honesta del mundo, sino porque siento respeto por los demás, en especial por quienes me quieren, porque mentir es tratar de burlarse de los otros, aunque siempre el que miente es el perdedor. Sin saberlo, en cada mentira va dejando una estela de cadáveres de sueños, de ilusiones, de la confianza, la fe y la esperanza que algún incauto ha depositado en él, pero también pierde el amor, el respeto y la confianza de alguien que jamás confiará en él. Jamás.
El desencanto lo destruye todo a su paso, no deja piedra sobre piedra. Una amiga muy querida, un día me aconsejó que no importaba cuántas veces sufriera desengaños, siempre debía amar y creer en las personas, hasta que éstas con sus acciones demostraran que nos habíamos equivocado. Eso lo aprendí, eso hago. Pero también entiendo que quien miente es un ser humano solitario, aunque esté rodeado de miles de personas. Es alguien que sabe lo poco que vale y les da a los demás el valor de sí mismo.