Uno no se explica por qué algunos dicen estar sorprendidos de que la Organización Mundial del Comercio (OMC) diera un dictamen contra República Dominicana porque habría vulnerado las reglas comerciales a las que está sujeta, al imponer aranceles a las importaciones centroamericanas de tejido tubular y sacos de polipropileno.
El hacernos creer que estamos solos en el mundo y que los otros no existen ha sido una constante de los gobiernos dominicanos. Las prácticas desleales y las violaciones a acuerdos internacionales son las soluciones fáciles de algunos gobiernos y empresarios a sus incapacidades gerenciales. Esas prácticas desleales incluyen siempre la corrupción administrativa.
El poner o quitar impuestos para beneficiar a grupos económicos que utilizan el dinero por debajo de la mesa como su principal herramienta competitiva ha sido práctica corriente en nuestro país, cuando no contrabandean directamente bajo la tutela del gobierno de turno.
Aquellos que medianamente tienen una formación académica en administración, economía o derecho saben que el crecimiento económico a largo plazo y la competitividad están íntimamente ligados a las prácticas de juego limpio, “fair play”, por parte de los gobiernos.
Hay tres áreas básicas para mejorar la posición de nuestro país en la competencia regional: Los niveles de impuestos, lo laboral y las prácticas regulatorias. Es decir, mejorando estructuralmente nuestros mercados laborales y financieros, acomodando nuestros niveles impositivos a los de aquellos países que nos hacen la competencia, y adaptando nuestra práctica regulatoria a conceptos más liberales, fuera de los controles faraónicos de presidentes de turno.
Si añadimos a los problemas de corrupción enquistados en nuestra práctica gubernamental el veleidoso problema del petróleo, hay que estar más que preocupados, porque la evolución del mercado del petróleo, el 80% de la producción está en manos de países “políticamente inestables”, por no decir de fanáticos religiosos dispuestos a inmolar a toda la humanidad con tal de complacer a Alá, se ha creado un cóctel nuclear explosivo.
Las actuales autoridades sólo piensan en quedarse haciendo lo mismo, o sea, seguir haciéndolo mal para las mayorías, y hacer lo que antes se hizo: entronarse en el Poder lo más que puedan. Porque su espectáculo no es el de resolver problemas, ni el del rostro humano detrás de cada fundita lastimera que entregan a una pobre anciana que lleva horas y horas haciendo filas, no, sino el gran teatro de la politiquería populista, a un tiempo drama y farsa carnavalesca. Habrá que resolver esas goteras, aún en tempestades como las que se avecinan.