¿Qué golpe tendría que dar Hipólito Mejía Domínguez para provocar un cambio en lo que parece una tendencia en el electorado con vistas a las elecciones del 20 de mayo? La pregunta es necesaria, toda vez que de acuerdo a percepciones sobre la realidad, sea por simple mirada al panorama, observación del desempeño de los actores políticos, podríamos estar ante un rompimiento de la correlación de fuerzas que se venía verificando en el campo de batalla electoral.
No existe la menor duda de que Mejía Domínguez era el nuevo protagonista de la política dominicana después que se impuso a Miguel Vargas Maldonado en la convención del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), con un crecimiento impresionante que empezó a frenarse después de la proclamación de Danilo Medina como candidato presidencial del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), el 27 de agosto de 2011.
En agosto del año pasado, Gallup-Hoy situaba a Mejía Domínguez con la elevada aprobación popular de 47.9%, posicionamiento que mantuvo cuando midió en noviembre. Sin embargo, en marzo de este año, esa empresa registró una importante declinación del candidato del PRD, cuando descendió a 45.2%. El pasado 27 de abril de este año, Gallup-Hoy midió a Mejía con una tasa de aprobación popular de 44.6%, para un descenso de 3.3%.
Mientras ese fenómeno se producía con Mejía, Medina ha tenido un vertiginoso crecimiento. Con una aprobación popular de apenas un 33.4%, según la encuesta Gallup-Hoy de agosto pasado, Medina experimentó una dramática mejoría, cuando en noviembre del año pasado alcanzó un 42.6%. En marzo marcó otro notable aumento, para alcanzar el 48.7%, tendencia que se mantuvo en la última medición del mercado electoral en abril, cuando alcanzó un 50.6%, lo que vendría a confirmar una tendencia en el comportamiento de los potenciales electores a su favor. Un crecimiento de 17.2% desde agosto pasado. ¡Increíble!
¿Qué sugiere que podríamos estar ante una tendencia nueva en el electorado dominicano? De acuerdo con analistas de la conducta humana, los fenómenos sociales, políticos y económicos se van produciendo gradualmente, o pueden desencadenarse a una extraordinaria velocidad, una revolución política, por ejemplo, pero no todos están en posibilidad de observar su desarrollo, percibir los indicadores, que son identificados como señales y lograr conexiones con esa realidad. Desde esa perspectiva, factores propios del desarrollo de la campaña habrían generado disonancias en las audiencias que conducirían a este nuevo escenario.
Si se acoge ese enfoque, para que en mayo haya resultados diferentes a los que se están perfilando Mejía tendría que librar una batalla de tal resonancia que tendría que ser recogida como una obra política con dimensión de epopeya.
Miguel oculto y sus francotiradores.
Para que lo anterior ocurra, Mejía tendría que salvar múltiples obstáculos. Primero tendría que derrotar por segunda vez a Vargas Maldonado, y a sus seguidores dispersos en la montonera política, que le mantienen fidelidad. Incapaz de incorporarlos a todos, el candidato blanco prefirió subestimarlos y ahora se confrontan en unos escenarios inusitados. Angelita García, la esposa de Vargas Maldonado, ha entrado al combate desde las redes sociales y ayer el expresidente Mejía cometió el error de responderle. Desde cualquier punto de vista, las dispersas fuerzas de Miguel, en una guerra cuerpo a cuerpo, son importantes.
Como va la campaña, a Mejía ahora se le agrega la tarea de convencer a núcleos importantes del empresariado, a quienes originalmente encantó como una posibilidad de victoria. Después de las últimas encuestas, ese sector social podría estar pensando en recortar sus generosos aportes. El propio candidato declaró en una cena en San Francisco de Macorís que su campaña tenía que ser sustentada en los aportes locales de los seguidores, en cada provincia, lo que constituye una gran innovación, pero al mismo tiempo un esfuerzo extraordinario.
El reformismo, que dudaba entre un apoyo definitivo a Medina o la vía propia, optó por lo primero, y en la medida en que esa propuesta se cohesiona, probablemente se alinee mayoritariamente con el oficialismo. Llama la atención que la última encuesta Gallup, después de la adhesión de Amable Aristy a Hipólito, lo que ha ocurrido en la región Este, donde el caudillo de Higüey tiene su fortaleza, es una pérdida importante de las simpatías.
El factor Hatuey De Camps, que fue visto como una oportunidad, si tuvo un moderado impacto inicial, se opacó casi de inmediato con las declaraciones del “empate técnico” en que el Cacique colocó a Mejía frente a su adversario. Desde entonces, lo que ha habido es un desempate, según las encuestas más acreditadas. Hatuey ha sido más perceptible por su silencio que por su discurso.
La guerra frontal
Mejía tendría que enfrentarse con un partido unificado como el PLD, que se sustenta en tres frentes de campaña. El propio candidato Medina, que personalmente no ha podido ser atacado por sus contrarios, con la más baja tasa de rechazo (28%), el presidente Leonel Fernández, que ha asumido la candidatura de Danilo como si fuese una cuestión personal. Dicen que el Presidente se sintió retado por los insistentes ataques de Mejía y por las amenazas de que tendría que responder por la corrupción que atribuye a su administración y a colaboradores cercanos. Hay quienes creen que fue desafortunado concentrar los ataques en Fernández en vez de privilegiar a Medina. Está además el frente de la candidata vicepresidencial, Margarita Cedeño de Fernández, con una amplia aprobación entre las mujeres. Y sigilosamente, el sector Externo.
A todo eso habría que añadir lo que significa un presidente en ejercicio, inaugurando obras, iniciando otras y literalmente tirado a las calles. Ha llamado la atención que justamente después de agosto, el presidente Fernández ha mejorado su tasa de aprobación popular.
En el campo de los aliados, el PLD logró mantener su denominado Bloque Progresista más el Partido Reformista Social Cristiano. Mientras, Mejía apenas pudo agregarse segmentos de esa agrupación y a otros pequeños aliados, dos de los cuales no pudieron inscribir su candidatura. Su estrategia inicial de apoyar su candidatura en la sociedad, sin valorar en su contexto el frente de aliados, avanzó demasiado y no permitió que la política de alianza efectiva orgánica diera los frutos deseados. En una entrevista de CDN en Miami, formuló una política de alianza interesante, directamente con la sociedad, pero al parecer no le dio seguimiento, y quizás la limitó al tradicional “sector externo”.
Quizás debió insistir en el descontento social que venía cuajándose. Por el contrario, el gobierno parece que percibió las señales y desarrolló políticas efectistas o de rápido impacto social, lo que aparentemente ha mejorado al candidato Medina, al presidente Fernández y al propio gobierno en la percepción popular.
Y el peor de los obstáculos que debe salvar Hipólito es el propio Hipólito, que no sale de un desatino discursivo que lo distrae de lo fundamental, primero, y luego lo hace confrontar con media sociedad.
Si las cosas van como dice Gallup-Hoy y otras encuestas, estaríamos ante una tendencia de expresión política nueva en la sociedad, que puede convertirse en realidad en las urnas el 20 de mayo, sin dejar espacio para una segunda vuelta.
Revertir esa realidad, que sugiere que el proceso ha entrado en un nivel de decantación, no parece una tarea fácil. José –Dorín- Cabrera, con su firma encuestadora Alfonso Cabrera y Asociados, que el 27 de abril le asignaba a Medina 50.9% y a Mejía un 45.8%, decía: “… Danilo ha remontado sobre Hipólito y parecería que todo se ha reducido a sosiego versus intranquilidad…”
En un artículo apocalíptico, el reputado analista Juan Bolívar Díaz, del Grupo Corripio, concluía este domingo pasado: “A Hipólito Mejía se le ve cuesta arriba y necesitado de nuevas energías, por lo menos para ganar tiempo provocando una segunda ronda”.
Lograrlo en esta coyuntura, sería una verdadera epopeya política.