Periódicamente, cuando la marea política subía o el hastío del país revivía las ansias de cambio, el presidente Joaquín Balaguer solía rejuvenecer el gobierno modificando el gabinete o trayendo gente nueva a su alrededor o a las posiciones más importantes de la administración pública. Tanto fue su éxito que hizo de esa rutina burocrática un método eficaz para ganar tiempo y espacio político y aquietar muchas veces la inconformidad popular, derivando en áreas del gobierno la insatisfacción que su prolongado ejercicio del poder creaba en la población.
Tal vez por esa razón, su gobierno excesivamente largo nunca parecía envejecer. Los cambios en el gabinete hicieron el papel del retrato de Dorian Grey, el personaje de la novela de Oscar Wilde, para que en su caso la administración que por años presidió luciera tantas veces joven, en medio de un creciente repudio. En ocasiones incluso recurría a los cambios cuando anticipaba alguna queja, antes de que sus causas degeneraran en crisis, creando a su alrededor el mito de gran manejador que se llevó a la tumba.
El domingo, el presidente Danilo Medina cumplirá tres años en el Palacio Nacional. Ese día inicia el tramo más difícil por el que se le juzgará finalmente al gobierno. Si bien figura con enorme ventaja sobre sus oponentes en la lucha hacia las elecciones del año próximo, todos sabemos que en esos meses finales diversos factores pueden modificar el panorama. Muchos de sus funcionarios han envejecido como el retrato de la novela de Wilde. Incluso ya eran viejos en los cargos cuando él se juramentó y esa ancianidad no le ayudará a mantener joven al gobierno.
En este último tramo del cuatrienio, la inyección de talento nuevo puede darle a Medina el espacio y el tiempo de reposo que el gobierno necesita para revisarse. Así podría realizar las acciones que las momias que encontró en posiciones claves, han obstaculizado con su inacción y escasa visión de futuro.