La clase media es lo que hace grande a cualquier país. El desarrollo y el progreso de la República Dominicana sólo será cuando tengamos una clase media. El autodenominado líder del progreso dominicano, con eslogan y todo, “E’Pa’lante que vamos”, acaba de encontrar el verdadero progreso: la clase media dominicana de verdad; pero esa clase media ha salido a la calle con sus mejores exponentes a decirle al “líder” que no, que él no es más que un fraude y que se ha robado la esperanza de millones de gente que creyeron, que querían creer, que la generación y discípulos de Juan Bosch no iban a ser el fraude que han demostrado ser.
A Leonel Fernández se le subieron los humos a la cabeza y se creyó, se indigestó más bien, un predestinado, un perínclito, la flor del arrabal que finalmente era reconocido como un mesías; pero esa flor no era así, es una espina más. Pendenciero como el que más; lo del discurso en Telemicro es el discurso de desvergüenza; otra cosa no viene a la mente.
Sentirse un fraude será el lado reverso y más fuerte de sus dones. Haciéndose paso por la vida mediante el engaño, así se ven ahora las cosas. Estará perseguido por el temor constante a ser descubierto. Con cada éxito, pensará, “esta vez tuve la suerte de engañar a todos, ¿pero se mantendrá mi suerte? ¿Cuándo descubrirán la falsedad de mi teatro?”.
En muchas actividades -y la política no es la excepción- existen personas que aparentan ser capaces y de alto desempeño, cuando en realidad no lo son. Para el observador externo, estas personas parecieran notablemente realizadas, con grandes logros. Hoy se recuerda con pena el intento de postulación para el premio Nobel de la Paz a Leonel Fernández, basado en lo contrario a los valores del premio, pues en su caso no ha habido más que uso de recursos del Estado, tal y como sus mismos correligionarios lo han denunciado; conformación de grupos nombrados por él, llenos de fango, y los peores casos ventilados públicamente: Alejandrina Germán, Rodríguez Pimentel, Octavia Medina, Felix bautista, Euclides Gutierrez, no son más que simples muestras de un largo rosario de desastres. El fracaso despreciable y penoso de intentar ser una persona que no se es, conlleva el que ese intento continúe cada día; de que crean ver la solución huyendo hacia delante, con más mentiras, con más proyectos para tratar de acrecentar su figura; lo que conlleva más frustración subliminal y mayor derrota personal. El premio Nobel de la actuación se lo llevaría de calle.
La clase media, los carajito/as que han estudiado o vivido en el extranjero, los que saben usar mejor que él la autopista de la comunicación, el internet y todos sus recovecos, son los que lo pondran en su justo lugar.