La tragedia ocurrida en el Malecón de Santo Domingo, en la que murieron dos jovencísimos pilotos dominicanos, dejó un sentimiento de tristeza e incredulidad. Todos sabemos que en este tipo de actividades deportivas pueden, y suceden, tragedias como esa y aún peores; pero aún así, son actividades que benefician a la aviación. Como beneficia al automovilismo las carreras de fórmula I o al ciclismo las vueltas a lo que sea.
Hasta ahí todo normal, o mal por lo de la tragedia. Pero lo que no puede ser es lo que ha venido después. Dos situaciones nos recuerdan la falta de institucionalidad del país, en éste caso la fuerza aérea, y lo poco que hemos avanzado para proteger nuestro patrimonio nacional.
Primero, el tratamiento de “héroes nacionales”, parece que estamos tan faltos de héroes que tomamos como héroes a dos desafortunados participantes en acrobacias comerciales privadas. Los términos héroe y acontecimiento histórico son usados con tanta facilidad, que están vaciados de contenido. No, un héroe ha hecho esfuerzos más allá de lo razonablemente esperado en condiciones extraordinarias y beneficiosas para una colectividad, y un acontecimiento histórico debe corresponder a un hecho con repercusiones sociales que conlleva en el mediano y largo plazo cambios trascendentes y permanentes en individuos y países.
Segundo, las desafortunadas declaraciones del representante de la Fuerza Aérea de que iban a entregar los salarios íntegros de los pilotos a sus madres, o sea, que todos tendremos que pagar lo que tendrían que pagar los aseguradores del espectáculo privado y los programas de bienestar social de la institución. Aunque suena duro decirlo, hay que decirlo: No, los contribuyentes no tenemos que pagar. Las fuerzas armadas, el Estado, tienen que tener seguros para proteger sus bienes y personas en caso de accidentes o desastres naturales. Tienen que tener seguros como cualquier administrador de un negocio contrata seguros para proteger los bienes que ponen en sus manos para administrar. Tenerlos y PAGARLOS, a través de profesionales del seguro elegidos mediante concursos.
Además, las fuerzas armadas debieron exigirle a los organizadores privados del show, seguros que cubrieran casos como el que ocurrió: para proteger a los pilotos, al avión y al público. Ese avión es una propiedad del Estado y no se puede dar por perdido así como así.
Lo que representa el progreso y el modernismo es el administrar los bienes del Estado como lo tiene que administrar cualquier empleado privado contratado para eso, si no, exigirle responsabilidades económicas por su falta. Es triste la muerte de pilotos tan jóvenes, pero toda la parafernalia militar que montaron demuestra nuestra falta de héroes de verdad.