La manera de pensar ha cambiado, no sabemos si para bien o para mal. La lectura profunda, que solía dar un intenso placer, se ha vuelto una batallar difícil. La guerrilla contra la concentración mental, desatada por los motores de búsquedas en Internet, asedian constantemente. Ser intelectual informado está a tiro de un par de clicks. Sólo bastan algunas rondas en Google, unos clicks en los títulos que se parecen a lo que buscas y ya dispones del hecho revelador, la cita exacta que crees impresionará; pero no, porque así piensa casi todo el mundo. Se ha socavado la capacidad de concentración y contemplación que hizo del estudio del arte, la ciencia y la religión algo profundo y gozoso.
En este ínterin, entre el invierno y el verano caribeño, la escuela de arte y diseño de Altos de Chavón dio la posibilidad de volver a las raíces del trabajo en detalle, a la concentración, y al disfrute del pensamiento tranquilo. Una serie de cursos sobre arte y diseño, de una o dos semanas, residiendo permanentemente entre las piedras en Altos de Chavón, han logrado casi un milagro para algunos que pasamos de los 50, junto a jovencísimos futuros artistas. Convivir en un ambiente de trabajo continuo, hablar de temas eternos como el arte y el espíritu han sido las recetas para despertar del sopor y el conformismo a que estamos asistiendo en estos tiempos.
Cursos sobre arte-terapia, diseño de moda y tipográfico, dibujo y fotografía, fueron los convocantes para meternos en una burbuja de piedras en la que cada tema se disfrutó paso a paso, y con esfuerzo de trabajo duro, como debe ser.
Se aprende que el dibujo de un árbol no muestra un árbol sin más, sino un árbol que está siendo contemplado, visto con nuevos ojos.
Un árbol al ser dibujado comienza a darte la visión de un todo perfecto que es la naturaleza, la creación. En aquella intensidad chavonera se aprende a mirar para ver. Que dibujar no es solo disponer de un papel, medir, hacer líneas, contornos, sombras y formas. Es involucrarte en el tema, en el objeto, en la figura que miras, para poder verla; ya que ni el parecido ni ninguna teoría de la representación nos sirven para explicarlo. Que toma su tiempo, su trabajo.
El calificativo “chavonero/a” puede que distancie aparentemente, por aquello de la edad, pero esa distancia entre ellos y los vintages como yo, es más pequeña de la que creemos.
Los chavoneros están haciendo algo distinto en esta era Google de las prisas embrutecedoras. No han surgido de la nada, detrás están Dominique Bludhorn y muchos más.