“La vida es bellísima, pero la muerte también es hermosa. Yo he dicho muchas veces que voy a ir a mi propio velorio, pero a burlarme de mí”, dijo alguna vez en México.
Nacida el 19 de abril de 1919 en San Joaquín de Flores, Costa Rica, emigró a México en la década de 1930, cuando sólo tenía 17 años, para convertirse en una de las principales intérpretes de la música vernácula.
La “leyenda” de Chavela inició cuando el compositor José Alfredo Jiménez y su esposa la descubrieron cantando en una avenida de la Ciudad de México, dijo una vez el fallecido escritor mexicano Carlos Monsiváis.
A partir de entonces, José Alfredo y la cantante se convirtieron en inseparables compañeros de copas y canciones en Garibaldi, lugar de reunión de los mariachis en la capital mexicana.
El día en que Jiménez murió (1973) “me dejó en una soledad extraña”, dijo Vargas en abril de 2009, cuando en silla de ruedas y casi ciega acudió a uno de los homenajes que recibió en los últimos años.
En la década de 1940, cuando la clase artística e intelectual mexicana vivía una efervescencia post-revolucionaria, Chavela trabó fuertes lazos con personajes como Frida Kahlo y Diego Rivera, quienes por un tiempo la hospedaron en su casa.
“Una vez tocaron a la puerta y le dije a Frida que era un viejo peludo, era León Trotsky, yo no sabía quién era”, narró apenas hace un año entre risas la prolífica cantante.
Monsiváis decía que la conoció en el sepelio de Kahlo (1954), cuando Vargas se apareció en el palacio de Bellas Artes con jorongo (poncho) y calzón de manta (pantalón ancho), como acostumbraban vestirse los indios mexicanos.
“Chavela supo vivir como le dio la gana, en una época en la que a nadie sabía darle la gana”, decía Monsiváis aludiendo a la actitud rebelde que la cantante de voz rijosa tuvo para expresar su homosexualidad.
La “Dama de poncho rojo” pisó los escenarios de Nueva York, París y Barcelona, pero también vivió dos décadas sumida en un alcoholismo que la llevó casi a la miseria.
Grabó su primer disco en 1961, pero a finales de la década de 1970, sumida en el alcohol, se retiró de los escenarios.
La periodista colombiana Marianne Ponsford cuenta que entonces Chavela se levantaba al mediodía y comenzaba a beber hasta que se acabara la noche y que le gustaba decir que estaba tan bien porque su cuerpo se había conservado en alcohol.
“Pasé veinte años borracha y la gente se olvidó de mí. Me tomé cuarenta y cinco mil litros de tequila”. decía la intérprete de “Paloma Negra”, “Un mundo raro” y “La llorona”
“Si alguien pasa por México, que ponga una rosa de mi parte en la tumba de Chavela Vargas”, dijo por esos días en un escenario la argentina Mercedes Sosa pensando que había sucumbido.
En 1991 Vargas volvió a cantar para encontrarse con el director español Pedro Almodóvar, quien la comparó con la cantante francesa Edith Piaf y quiso llevar sus canciones al cine.
“Chavela abre los brazos en el escenario como nadie, yo creo que no hay un escenario suficientemente grande en el mundo como para Chavela”, dijo en 2009 Almodóar, quien igual que ssu compatriotas Joaquín Sabina y Ana Belén la han homenajeado.
Su fama creció cuando apareció en la película “Frida”, de Julie Taymor, así como en “Babel”, de Alejandro González Iñárritu.
Hace algunos años Chavela Vargas decidió establecer su residencia en Tepoztlán, un pueblo mágico ubicado al pie de una sierra a unos 70 km de la Ciudad de México.
“Cuando nací, canté en vez de llorar. Me acuerdo clarito del momento en que salí del cuerpo de mi madre y nació mi ser hacia el mundo. Es el momento que más me ha hecho vibrar en la vida”, comentó una vez.
La cantante costarricense Chavela Vargas (85) ríe durante la ceremonia en homenaje a su trayectoria en la cual recibió una escultura de manos del presidente de Costa Rica, Abel Pacheco, el 25 de febrero de 2004, en la residencia del embajador de Costa Rica en la ciudad de México.