Como sucede desde hace años, en cada campaña electoral se solicita una tregua para Semana Santa, la cual realmente nunca se da, pues la campaña también sale de vacaciones invadiendo los espacios de esparcimiento y hasta fastidiando el retorno de los vacacionistas por la avalancha de militantes en campaña que entorpecen su regreso a casa.
Lo que aparentemente no hacen los políticos a pesar de la supuesta tregua, es reflexionar sobre el sacrificio de Jesús por la redención de nuestros pecados. Y es que son más amantes de los vítores y los ramos del Cristo Rey, que de la pasión del viacrucis. Sin embargo, bien lo dijo Jesucristo, el que lo ama y quiere seguirlo debe cargar con su cruz.
Gobernar un país, sobre todo uno con tantas carencias y tantos problemas por resolver como éste, significa una cruz muy pesada de cargar para cualquier persona que de verdad quisiera ir al cargo a servir y no a servirse.
Lamentablemente la historia de nuestro país demuestra que esa no es la regla, sino más bien la excepción y por eso tantos aspiran a la primera magistratura del Estado a pesar de los graves problemas que lo aquejan.
Por eso nuestros presidentes, más que redentores de su pueblo, se convierten en monarcas o faraones, que se entienden por encima de la ley y se jactan de construir obras magníficas que les permiten manejar cuantiosos recursos con presupuestos abultados por el entramado de comisiones que subyacen para enriquecer a sus promotores; las cuales no solo no solucionan los problemas del país, sino que, peor aún, muchas veces los agravan por el incremento de la deuda que entrañan, lo cual a la vez genera más carga impositiva para los contribuyentes.
Como dentro de ese concepto faraónico del poder no existe el respeto hacia los gobernados, se les prometen cosas que jamás podrían cumplirse, se les engaña con dádivas provenientes de los recursos públicos y se gobierna para su propio beneficio y no el de la sociedad completa.
En esta Semana Santa, más que esperar que aquellos que nos han gobernado o aspiran a hacerlo reflexionen, debemos como sociedad hacer una introspección para tratar de entender en qué hemos fallado para haber merecido tan malos gobiernos y qué podemos hacer para comenzar a cambiar nuestro destino. Si bien las causas son muchas y variadas, ciertamente que la permisividad y la falta de sanción judicial y moral son unas de las principales.
Por eso debemos entender que como ciudadanos también tenemos que cargar con nuestra cruz para poder tener un mejor país, lo que entraña asumir el riesgo de decir la verdad, poner en juego nuestros propios intereses, dejar atrás el silencio cómplice que da tranquilidad o los beneficios que otorgan las cercanías del poder. Y es que si tuviéramos menos dominicanos prestos a ondear ramos y banderas para aupar líderes que supuestamente los beneficiarán y más dominicanos dispuestos a cargar la cruz de este país, otro seguramente fuera nuestro futuro.