El modelo capitalista implica la estrecha relación de colaboración entre el sector privado y el público para la producción de bienes y servicios dirigidos al bienestar colectivo, y es en ese orden que el empresariado entra a suplir aquellos renglones no satisfechos por el Estado.
Durante la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo Molina, en la República Dominicana los servicios públicos estuvieron a cargo del Estado, personalizado en el dictador, y es en los primeros 12 años de gobierno de Joaquín Balaguer cuando el sector privado comienza a estructurarse, ya que el mandatario entregó a colaboradores y relacionados las empresas estatales que había creado Trujillo.
El régimen de Balaguer fomentó y apoyó de forma decidida la creación del capital privado, otorgando incentivos económicos a la incipiente industria y a sus nuevos dueños, pero al mismo tiempo, a través de la Corporación Dominicana de Empresas Estatales (Corde) el Estado tenía empresas como la Fábrica de Vidrio, Tenería FA-2, Dominicana Industrial de Calzados, Aceite Ámbar, Compañía Anónima Tabacalera, Industria del Papel, Pintura Pidoca, Fábrica de Sacos y Cordelería, Clavos Enriquillo, Atlas Comercial, Compañía de Seguros San Rafael, Dominicana de Aviación, Chocolatera Industrial, Fábrica de Aceites Vegetales, Fábrica Dominicana de Baterías, Fábrica Dominicana de Cemento, Industria Nacional del Papel, Marmolería Nacional, Molinos Dominicanos, Sociedad Inmobiliaria, Tecnometal y Tejidos Antillanos.
Otros rubros de servicio lo componían la Corporación Dominicana de Electricidad, las corporaciones de acueductos y alcantarillados, que en Santo Domingo, Santiago y Moca manejaban la distribución del agua, y el Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos, a cargo de las aguas en los demás pueblos del interior del país, así como parte de los ingenios azucareros.
Apostando al fracaso
Aunque los gobiernos de Balaguer cargaron sobre sus hombros al sector privado, creando leyes especiales de incentivos, éste no puso en manos de los empresarios las empresas del Estado y mucho menos sectores tan estratégicos y de seguridad nacional como la electricidad y las vías de comunicación terrestre.
Sin embargo, ante el deterioro de los servicios y la quiebra de las empresas del Estado, auspiciada por el populismo balaguerista mediante el abultamiento de las nóminas y el despilfarro manifiesto, surgiendo voces desde todos los litorales que clamaban porque el sector privado se hiciera cargo de éstos, afirmándose que el Estado era mal administrador y peor proveedor de servicios, para lo que se ponía como ejemplo la educación pública versus la educación privada, las bondades de las clínicas privadas contra el descalabro de los hospitales públicos, los éxitos de los ingenios privados en la producción de azúcar frente a las zafras cada vez más bajas de los ingenios del Estado, y ante todo, la cada vez más pésima provisión de servicio eléctrico.
El clímax llegó cuando en el 1997 el entonces presidente Leonel Fernández impulsó un proceso de privatización de las empresas públicas bajo el esquema de capitalización de éstas, y no hubo de pasar mucho tiempo cuando un capital privado sin vocación de competitividad tampoco pudo garantizar la eficiencia en los servicios y el Estado ha tenido que incursionar y competir con el sector privado en áreas fundamentales que antes le había entregado.
Descalabro de la educación pública
La profesora Esperanza Alonso de Méndez sostiene que es a partir de 1950 cuando las instituciones privadas, producto del descuido de la educación pública, van ganando terreno en todo el país, pero especialmente en la ciudad de Santo Domingo.
En un estudio publicado en 1981, junto al profesor Celio Guerrero Linares, titulado “La educación privada como libre empresa. Un modelo: la ciudad de Santo Domingo”, señala que de 1952 a 1980 en la capital surgieron 1,128 colegios privados, comenzando por el San Agustín, en 1952, y entre los que se encuentran el Mahatma Gandhi, en el mismo año, Evangélico Central en 1961, San Judas Tadeo, el mismo año; Claret en 1966, Montessori 1969, Instituto Veritas 1970, Divino Maestro 1973; San Gerónimo 1975 y Mundo Infantil en 1980. Para entonces la zona Norte de la capital tenía 306 colegios, la Sur 212, la Este 228 y la Oeste 382.
“Por otro lado, nos encontramos con la cruda realidad de que para la ciudad capital, el Estado solo mantenía la pírrica cantidad de treinta y ocho (38) liceos públicos y la desconcertante cantidad de ochenta y nueve (89) escuelas públicas, las cuales se sumergían de forma sostenida en el deterioro, la falta de materiales, sobrecarga laboral, hasta reflejarse en un bajo nivel de la educación”, subraya Alonso de Méndez.
Mientras, en la entonces Secretaría de Estado de Educación, Bellas Artes y Cultos solo tenía registrados 273 colegios y centros educativos privados en la capital.
De acuerdo con la educadora, la gran cantidad de colegios privados que para 1980 había en la ciudad capital (así como el poco control sobre éstos) versus el ínfimo número de escuelas y liceos públicos, es un indicador determinante de hasta dónde desde el Estado mismo se aupó el deterioro de la educación pública para favorecer al capital privado que, aunque en principio los colegios surgieron con una filosofía en cierto modo filantrópica, pronto asumieron la naturaleza de la libre empresa.
Hoy día, y de acuerdo con datos del Ministerio de Educación, la educación privada cubre cerca del 38% de los casi 15,000 centros educativos existentes en el país, atendiendo alrededor del 27% de la matrícula estudiantil.
La educación privada manejada desde la óptica de la libre empresa
La profesora Alonso de Méndez observa que el estudio demostró que “en una sociedad capitalista la educación no se sustrae al juego de la libre empresa en el aspecto puramente comercial: se abren escuelas, institutos y universidades como se abren negocios corrientes”.
Agrega que “esas empresas explotan el trabajo del maestro como se hace en cualquier negocio en beneficio del capitalista, dueño del colegio”, y es bajo esa lógica que apunta que “la falta de control por parte del Estado sobre la educación privada a todos los niveles es una expresión del juego de la libre empresa”.
Para la educadora, la incursión del sector privado en la educación no es casual, ya que la educación misma tiene un sello de clase, el cual en el caso de nuestro país y el continente americano, ya para 1538 se fundó en la isla el Colegio de Gorjón, el que más tarde se convirtió en la primera universidad del Nuevo Mundo.
“Aunque resulte paradójico, surge un colegio con carácter de universidad antes de existir escuelas de enseñanza elemental con carácter oficial, y esto da a entender que la educación en nuestro territorio desde sus inicios estaba destinada a un sector de la sociedad, el sector dominante que venía desde la metrópolis con una formación básica y debía seguir formándose en el llamado nuevo mundo”, observa.
Poco éxito privado en la educación preuniversitaria
Pero a pesar del apoyo brindado por el Estado al sector privado para que fortalezca su presencia en la educación preuniversitaria, la baja calidad de la enseñanza hoy día afirma que los resultados no han sido del todo exitosos.
El profesor Rafael Féliz, miembros del Comité Ejecutivo de la Asociación Dominicana de Profesores (ADP), observa que la República Dominicana ocupa los últimos lugares en cuanto a la calidad de la educación se refiere, de acuerdo con estudios realizados por organismos internacionales: “Además al ocupar el lugar 127 en la calidad de la educación entre 131 países del mundo”.
“Por múltiples y variadas razones, a los concursos internacionales que se han hecho han participado más estudiantes de colegios privados que de escuelas públicas, pues las autoridades seleccionan a los más preparados, que hasta hace poco se consideraban eran los alumnos de colegios privados, y si el país fallaba y se quedaba en los últimos lugares entonces gran parte de la responsabilidad recae sobre la baja calidad de la educación privada”, subraya.
El educador sostiene que la realidad ha demostrado que acceder a la educación privada no garantiza la calidad que el sistema público no ofrece y que está llamado a ofrecer por mandato constitucional.
Al respecto, señala que los resultados promedio en las pruebas nacionales demuestran que la diferencia no es significativa entre sectores, alcanzando 73.1 puntos el sector público y 74.9 puntos el privado.
Recuerda que en el año 2000 el Ministerio de Educación, con el fin de regularizar las tarifas de los centros privados, realizó una evaluación de los colegios, encontrando que el 75% no alcanzaba la mitad de la calificación promedio en la profesionalización y sólo el 40% alcanzó la calificación máxima en el equipamiento.
La tanda extendida al rescate
Los profesores Esperanza Alonso de Méndez y Rafael Félix coinciden en afirmar que si bien el Estado ha tenido una enorme responsabilidad en la baja calidad de la educación preuniversitaria, la responsabilidad es compartida con el sector privado.
Ante la situación, el Estado ha debido asumir el mandato constitucional de garantizar educación, teniendo en la modalidad de la tanda extendida una respuesta para mejorar la enseñanza y a sacar al país de los últimos lugares en que las evaluaciones internacionales lo colocan.
“El Estado ha debido de entender que el sector privado ve la educación como una mercancía”, puntualiza Féliz. l
Solo la UASD es universidad pública
La educación universitaria es dónde más el Estado ha dado libertad al sector privado para incursionar, y es donde mayor éxito ha tenido el sector privado en cuanto a la calidad de los egresados. La Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) es la única casa de altos estudios de carácter estatal, y fue fundada en 1538. Desde entonces la educación universitaria estuvo en manos del Estado, hasta después de la desaparición de la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo Molina, en 1960.
El 21 de noviembre de 1962, a iniciativa de la Iglesia católica se fundó en Santiago la Universidad Católica Madre y Maestra, que luego fue elevada a la categoría de pontificia.
En 1965 un grupo de profesionales y empresarios de la capital fundó la Universidad APEC, y en abril de 1966 nació en la ciudad de Santo Domingo la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña, también por iniciativa de empresarios y profesionales egresados de la UASD, y ese mismo año fue fundada la Universidad Organización y Métodos (O&M).
En San Pedro de Macorís nació en 1970 la Universidad Central del Este (UCE), y en Santo Domingo fue creado en 1972 el Instituto Tecnológico de Santo Domingo (INTEC). En Santiago se creó en 1974 la Universidad Tecnológica de Santiago. La Universidad Iberoamericana (UNIBE) nació en Santo Domingo en 1982.