El que cada vez que los científicos abren una puerta se encuentren con Dios es casi una constante. Los científicos siempre han dicho que somos una anomalía, porque la materia y la anti-materia deberían de estarse destruyendo continuamente en una lucha entre iguales y eterna.
Ahora con la comprobación de que cuando hay vacío, no hay vacío, sino que existe un espacio denominado “El campo de Higgs”, donde existe y se desarrolla “El bosón de Higgs o La partícula de Dios”, que con los experimentos del acelerador de hadrones está complicando todo, recuerdo que en mis años de bachillerato, hace ya mucho, mi profesor de física se burlaba de aquella antigualla llamada “éter”, que según él no era más que un disparate que Albert Einstein había puesto en su justo lugar, el zafacón de la historia.
Pues bien, el campo de Higgs recuerda mucho a la hipótesis del éter, eso que nos imaginábamos como un fluido viscoso que estaba en todos los sitios.
Igualmente la ciencia nos dice que antes de todo, no existía nada, y que luego, desde una minúscula forma de energía surgió el “Big Bang”. Un concepto para referirse específicamente al momento en el que se inició el universo observable, el campo de Higgs, minado de “su partícula”. Esa teoría ya también la había oído en los años de bachillerato, específicamente para rebatir una explicación muy vieja llamada “Génesis” que en griego significa nacimiento, creación, origen; que para los hebreos es el primer libro de la Torah, y para nosotros es el primer libro del antiguo testamento.
En éste siglo XXI, también de cambalaches, seguimos debatiéndonos entre si los campos cuánticos de Higgs representan las partículas elementales conocidas, y que todo se originó con el Big Bang, o si por el contrario “en el principio creó Dios los cielos y la tierra, y la tierra estaba desordenada y vacía,… y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas. Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz”.
Ambas explicaciones como que ya se parecen demasiado, con la diferencia de que el génesis del Pentateuco fue escrito hace siglos, sin máquinas aceleradoras de hadrones, ni miles de millones de euros. Para mí, que mi profesor de física me enseñó a no creer en brujerías de religiosos y sectas que promueven el opio de los pueblos, se me está haciendo difícil abrir las puertas de la ciencia y de las iglesias.
En una puerta me sale un señor científico en bata y gafas profundas, diciéndome lo mismo que dice la Biblia, y en la otra me sale un señor cura, sin sotana y poca fe.