La campaña electoral dominicana es eterna. A pesar de que las elecciones presidenciales son realizadas cada cuatro años, los dimes y diretes entre los políticos opuestos son constantes, el año entero se acusan de cuantas cosas se les ocurre, aunque no con ánimos tan caldeados como ocurre en tiempos electorales.
Eso por un lado, por el otro, es sumamente molesto el estruendo que producen las bocinas gigantescas que acompañan a los aspirantes en sus caminatas y, peor, cuando por no conocer la ruta que siguen las interminables caravanas, nos encontramos “atrapados” en medio de una extensa hilera de vehículos atiborrados de afiches con las fotografías sonrientes de los aspirantes.
Siempre se ha hablado de la necesidad de acortar el tiempo del proselitismo, pero como muchas otras cosas, queda en el aire y tenemos que sufrir el ruido, los tapones, los insultos, el empeño de unos por restarles méritos a los otros, en fin, etc, etc.
Un detalle que no podemos dejar pasar por alto es la “solidaridad” con el pueblo que muestran los políticos de oposición, nadie conoce más que ellos, la pobreza y las necesidades de los dominicanos; claro, mientras no han llegado al poder. Para ellos, los gobernantes son los tiranos, malvados que se han olvidado de sus iguales, rol que intercambian cuando la oposición pasa al gobierno y viceversa. Esta es una de las cosas que debemos aguantar durante los meses que dura la campaña electoral. Es verdad que el dominicano es un pueblo sumamente político, solo hay que poner el tema en cualquier escenario y seguido se caldean los ánimos, se encienden las pasiones y muchas veces la sangre llega al río.
Los fines de semana, único tiempo para disfrutar con la familia, se vuelve insoportable salir a la calle. Donde menos uno lo espera se encuentra con un bandereo, una marcha de calderos vacíos o una caminata, y con el tono que toma la campaña es un verdadero peligro estar entre dos bandos contrarios.
Un alivio es que para el 20 de mayo falta relativamente poco tiempo, pero, ¿de qué vale? Si más atrás viene el pataleo y los llamados análisis de la derrota.
Nada, no nos queda más que resignarnos y aceptar que los políticos son los verdaderos y únicos dueños del país.