La tradición dominicana indica que la popularidad y el carisma de un candidato no son suficientes para ganar un proceso electoral, ya que si no cuenta con el respaldo de una organización fuerte, un partido político de los llamados mayoritarios, las posibilidades de triunfo se ven disminuidas.
En estos momentos en que se habla de la creación de un frente opositor entorno a Luis Abinader, candidato presidencial del Partido Revolucionario Moderno (PRM), que logre expulsar del poder al Partido de la Liberación Dominicana (PLD), que cumple su cuarto período de gobierno y tercero consecutivo, surge la interrogante de si un partido de recién formación, como el PRM, conducido por un liderazgo joven como es el caso de Luis Abinader, podría sentar el precedente de ganar las primeras elecciones a las que concurre.
Las luchas internas que cada vez se agudizan más en el partido oficialista, un PRD disminuido por la división y un Partido Reformista Social Cristiano convertido en una organización minoritaria, fomentan las esperanzas de los perremeístas que se muestran como una organización unida en torno a un interés común: alcanzar el poder en mayo de 2016.
Pero muchos antecedentes en nuestra historia reciente hacen pensar que a una organización política nueva que asiste a un proceso electoral, en un país donde la gente se inclina por los partidos tradicionales, las cosas se le tornan muy difíciles, tanto para el partido como para cualquier político, llámese como se llame. Solo hay que recordar los casos de líderes como Juan Bosch y Jacobo Majluta, quienes a raíz de procesos de división del PRD, apostaron por un partido nuevo para canalizar sus aspiraciones y los resultados no fueron los esperados.
Los partidos a lo largo de su existencia experimentan procesos de división, la lucha de intereses y las aspiraciones personales de unos, y dejando de lado el bienestar común han generado disgustos entre la dirigencia y han provocado la salida y expulsión de otros, dando como resultado el nacimiento de nuevas organizaciones que carecen del peso y la autoridad que caracteriza a los partidos de los cuales se desprenden.
Una historia de divisiones
Una de las organizaciones políticas que más divisiones ha sufrido, desde su fundación en 1939, es el PRD. La primera de estas ocurrió por desavenencias entre Juan Bosch y Juan Isidro Jimenes Grullón, quien no se integró al recién formado partido y decidió fundar otro grupo. Así nació la Alianza Social Demócrata, que nunca logró salir a camino.
Para las elecciones de 1970 ya se habían desatado los demonios en el PRD. Las diferencias entre Juan Bosch, Peña Gómez y los grupos que crecían en las entrañas de esa organización, parecían insalvables. Bosch decide que el PRD se abstendría de participar en los comicios.
Los conflictos y las divisiones del PRD generalmente han sobrevenido luego de un proceso de primarias. A mediados de 1973, un año antes de las elecciones de 1974, Bosch, por diferencias con Peña Gómez y otros grupos, decidió abandonar el PRD. En diciembre de ese año surge el Partido de la Liberación Dominicana.
El reformismo
Mientras que el Partido Reformista se vio estremecido por las diferencias surgidas entre su líder Joaquín Balaguer, y el entonces vicepresidente Francisco Augusto Lora, quien aspiraba obtener la candidatura presidencial, pero Balaguer no estaba dispuesto a abandonar el poder y ya hacía los aprestos para presentarse a la reelección. Es en esa coyuntura que se forma el Movimiento Nacional de la Juventud (MNJ), como una fuerza aliada del reformismo, que concurrió a las elecciones de ese año y que le aportó a la candidatura reformista 53,571 votos. De su lado, Augusto Lora fue expulsado del PR y formó el Movimiento de Integración Democrática Antirreeleccionista (MIDA), que obtuvo 252,220 sufragios. Muchos afirmaban que se trataba del voto de los perredeístas que no tenían candidato en ese proceso. En efecto, para las elecciones del 1978, apenas logró 13,300.
Más que la figura de un líder
Muchos de esos nuevos partidos y movimientos se quedan en la gatera, no consiguen el respaldo necesario y al final desaparecen. Aunque otros se mantienen en pie, este es el caso del PLD, pero no fue sino 23 años después de su fundación cuando consiguió, gracias a una alianza con el reformismo, alcanzar el poder, guiado por la mano de Leonel Fernández. La mayoría se ha ido diluyendo en el tiempo, los que han logrado sobrevivir se han convertido en bisagras de las fuerzas mayoritarias.
El caso Juan Bosch
En el 1973, cuando Bosch era el líder indiscutible de la oposición y del principal partido, el Revolucionario Dominicano, decidió salir de esa organización, tras afirmar que ésta había cumplido su cometido histórico y que ese partido era inmanejable, por los grupos que cohabitaban a lo interno. Entonces, formó tienda aparte.
Ese año nació el PLD, pero no logró el apoyo esperado, aunque su líder y fundador era la figura política cimera más popular e influyente. No pudo asistir a los comicios de 1974, porque su partido aún no había sido reconocido por la Junta Central Electoral. Consiguió así Balaguer su segunda reelección. Ni la popularidad, ni el liderazgo de Bosch fueron suficientes para convencer al electorado.
Por eso, en su primera participación en un torneo electoral en 1978, solo consiguió 18,375 sufragios, frente a los 698,163 del Partido Reformista y a los 855,765 del PRD, que postuló a Antonio Guzmán, quien arribó al solio presidencial y terminó con la llamada era de Los 12 Años de Balaguer.
Para el año 1982, el PLD subió sus números, en las elecciones de ese año alcanzó 179,849 votos, lo que le dio otra dimensión y ampliaba sus perspectivas.
El caso Majluta
Debido a problemas internos en el PRD, Majluta, fue derrotado por Joaquín Balaguer en las elecciones en 1986. Luego de este proceso se agudizaron los conflictos que terminaron con la salida de Jacobo Majluta y un grupo de dirigentes. Es así como se funda el Partido Revolucionario Independiente (PRI), plataforma que lo llevó como su candidato a la Presidencia en las elecciones de 1990.
A pesar de contar con una gran popularidad y del estrecho margen de 43 mil 226 votos, con que perdió las elecciones, su nueva organización política no consiguió el respaldo deseado en el electorado y luego de haber obtenido, cuatro años antes, 819,205 votos con el PRD y La Estructura, esta vez, con el PRI tuvo que conformarse con 135,649 sufragios y en el año 1994, obtuvo apenas 68,910 votos.
Hatuey y la reelección
Cuando finalizaba el gobierno de Hipólito Mejía, a finales del año 2003, comenzaron a calentarse los motores de la reelección, que tantas veces había negado el mandatario. Pero ante importantes dirigentes y el país bajo los efectos de una de las crisis económicas y financieras más grandes, Mejía buscó su repostulación.
Esto provocó que Hatuey De Camps, a pesar de que en ese momento era el presidente de esa organización, invitó al electorado a que en vez de votar por la reelección votara por el Diablo. Tan pronto concluyó el proceso electoral de 2004, De Camps fue expulsado del PRD y en marzo del 2005 nace el Partido Revolucionario Social Demócrata (PRSD). En las elecciones del 2008 obtuvo, con todo y sus aliados, 19,309 votos, apenas un 0.47% del total de las votaciones.
En el 2012, aliado al PRD, luego de haber fumado la pipa de la paz con Hipólito Mejía, aportó 61,734 de los 2 millones 129,997 sufragios que obtuvo el partido blanco. Un 1.36 por ciento del 46.95 por ciento alcanzado por el PRD y sus aliados.
Las tendencias
Cuando Juan Bosch abandonó el PRD, lo hizo, según sus propias palabras, porque esa organización se hacía inmanejable por el accionar de los grupos que cohabitaban en ella, algo similar a lo planteado por José Francisco Peña Gómez cuando justificó la creación del Bloque Institucional Social Demócrata (BIS).
Peña afirmó y citamos: “Me siento en la libertad de formar esta nueva organización para reencauzar el PRD por el camino de la disciplina y los principios olvidados”. Pero a diferencia de Bosch, Peña permaneció en el PRD. El BIS surgió como una corriente ideológica del PRD, creada por Peña Gómez a raíz de la división que se produjo en el año 1984, durante la convención en la que finalmente se impuso Jacobo Majluta. El BIS fue reconocido por la Junta Central Electoral el 12 de enero del año 1990.
De cara a las elecciones del próximo año, en el panorama en que se desenvuelven los partidos en la actualidad y con los antecedentes de otros liderazgos y organizaciones de reciente formación, queda la pregunta: ¿Cambiará para bien, Luis Abinader y el PRM, la suerte de los partidos nuevos?